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Montevideo - 2
Montevideo - 2
Después de eso me fui a casa. En el camino pensé cómo decirle a la señora Platera que renunciaría. No me sentía cómodo, porque lo de la llegada del primo no era cierto. Tenía que contarle, y me decidí a hacerlo.
En casa, le dije a la señora que me ofrecieron, a través de un amigo, un empleo de oficina en la planta "Swift" y que iba a tener 70 pesos de salario mensual. Le pedí que me diera permiso para dejar mi trabajo actual al día siguiente. Para mi sorpresa, la señora me respondió que me felicitaba y que podía salir del trabajo cuando quisiera. Por la noche, le informó a su esposo, quien también me felicitó.
Al día siguiente me despedí de la señora Platera y de los niños, quienes me caían bien. Fui al Cerro, y encontré una pequeña habitación, desde donde me quedaba cerca para ir a trabajar. El 22 de noviembre de 1929, siete semanas después del desembarque, comencé a trabajar en el frigorífico "Swift & Co.".
En el trabajo me sentía cómodo y mis superiores estaban satisfechos con mi rendimiento. Distribuí mi ingreso neto de modo de enviar a mi madre las ganancias de la primera quincena y el ingreso de la segunda sería para mi sustento. Esa cantidad no era suficiente para vivir, para llegar a fin de mes, entonces con Ante Martinović, electromecánico de Mostar, alquilamos una pieza compartida en el Cerro. Él trabajaba en un frigorífico que pertenecía al Estado y que estaba cerca de la planta "Swift".
Él sabía cocinar bien y cómo en el frigorífico podía comprar carne a un precio de descuento, preparábamos nosotros mismos la cena. Para reducir los costos, me levantaba temprano, así podía caminar para llegar a tiempo al trabajo. Cansado después del trabajo de ocho horas, yo regresaba a casa en colectivo. Así mi compañero de cuarto, Ante, podría ahorrar algo de dinero, y yo iría progresando modestamente.
En los primeros días de mi estadía en Montevideo tuve la oportunidad de conocer a un caballero de ascendencia croata, un médico cirujano de renombre y político uruguayo de reputación, era el Dr. Arturo Lussich. La administración austro-italiana en Dalmacia había distorsionado el apellido de su padre Filip Lukšić, natural de Sutivan, en la isla de Brač, cuando en 1837 éste abandonó su tierra natal y se trasladó a Uruguay.
La casualidad quiso que, poco tiempo después de mi llegada a Montevideo, me enfermara de la garganta y necesitara ayuda médica. Entre los croatas en Uruguay se sabía en general que Filip Lukšić en su lecho de muerte le pidió a su hijo, el entonces joven médico Arturo, que curara gratis a todos los croatas enfermos que se dirigieran a él.
El Dr. Arturo, ya en sus sesenta años de edad, cumplía fielmente el deseo de su padre. Los croatas enfermos acudían a él. Fui yo también. Me examinó y encontró que en mi garganta brotaron granitos. Él tomó el instrumento apropiado y eliminó los brotes. Después de eso me retuvo un rato y se interesó por las causas por las cuales habíamos abandonado nuestra patria en esos tiempos tan difíciles. Algo en español, y un poco más en italiano, respondí a sus preguntas. Él asintió con la cabeza y antes de mi partida, me dijo que lo podía visitar, si de nuevo necesitaba ayuda médica.
Políticamente, el Dr. Arturo Lussich pertenecía al partido conocido como "Partido Blanco", a diferencia del "Partido Colorado", como se llamaba a la organización política oponente.
Al principio estos dos colores, que identificaban a los partidos, no tenían significado ideológico. Se usaron por primera vez en 1830 después de la declaración de independencia de la República del Uruguay, cuando los dos luchadores por la libertad, el General Juan Antonio Lavalleja y Fructuoso Rivera, se enfrentaron por el liderazgo estatal.
En esa lucha los partidarios de Lavalleja se llamaban "blancos", y los de Rivera "colorados". Ganó Rivera y tuvo el honor de ser el primer presidente de la República hasta 1835. Desde entonces y hasta 1903 la presidencia se la rotaron entre presidentes electos y generales que asumían el poder de facto, unas veces eran de un partido y otras del contrario, mientras que ese año los "colorados" aplastaron el levantamiento del general "blanco" Aparicio Saravia y se fortaleció la autoridad del Presidente, el político "colorado" José Batlle y Ordóñez. El gobierno de Batlle se caracterizó por la aplicación de importantes reformas sociales y, apoyado por amplias capas de votantes, obtuvo ventajas en todas las elecciones estatales.
Contando con la alta reputación que disfrutaba por entonces el diputado Dr. Arturo Lussich, el partido "blanco" intentó en 1927 volver al poder, proponiéndolo como Presidente de la República. Pero el intento falló. El candidato de la oposición, Juan Campisteguy, venció a Lussich por pocos votos.[1]
Por lo demás, nuestras vidas, la mía y la de mi amigo Martinović, eran simples: ir a la fábrica, volver de la fábrica, y a las tareas domésticas. Los domingos íbamos al centro de la ciudad, nos encontrábamos con amigos, tomábamos café y charlábamos. Entre los recién llegados estaba mi amigo de la infancia, Viktor Bogut, de Mostar.
Así continuó todo, sin mayores cambios hasta finales de junio de 1930, cuando me sorprendió una noticia que llegó desde mi patria. Una tarde, después de regresar a casa del trabajo, me esperaba un telegrama que venía del otro lado del océano. Abrí el sobre con miedo por la noticia que podría contener, primero miré de donde vino. Me calmé cuando vi que no era de mi familia, sino que el remitente era mi amigo Nikola Precca (Preka). En el telegrama Nikola me preguntaba si estaría dispuesto a aceptar el puesto de jefe de la Delegación para los Inmigrantes para América del Sur, con sede en Buenos Aires, dependiente del Ministerio de Asuntos Sociales. El salario mensual era de 250 dólares. Me pidió una respuesta telegráfica, que ya estaba pagada.
Por las noticias de los periódicos yo sabía que Preka y otros dos croatas trabajaban para el gobierno del general Pero Živković, y que él estaba a cargo del Ministerio de Asuntos Sociales. Así que ahora me ofreció el cargo en una institución en Buenos Aires, que dependía de él.
Yo no sabía qué hacer, por lo que mostré el telegrama a mi amigo Martinović y le pedí su opinión. Sin dudarlo, respondió que era un trabajo de oficina, que yo era de profesión oficinista y me sugirió que aceptara la oferta. Trabajado allí podía ayudarme a mí mismo, y desde ese lugar seguramente ayudaría también a muchos inmigrantes en problemas.
Pero todavía no podía decidir sobre una respuesta, hasta no oír opiniones del resto de mis amigos en Montevideo. Esa noche fui al centro de la ciudad, me encontré con Mate Rebec y le di el telegrama para que lo leyera. Le pedí que durante el día siguiente hablara con los otros amigos de Herzegovina, y que ellos decidieran qué debía hacer. No quería responder al telegrama hasta no escuchar sus opiniones.
Al día siguiente vino Mate al Cerro, me informó que se reunió con una decena de compatriotas, y que todos coincidían que debía aceptar el trabajo. Todos dieron la misma razón: ayudarse a sí mismo y a los demás. Esa misma tarde volví con Mate al centro de la ciudad, fui a la agencia telegráfica "ltalcable", a través del cual había recibido el telegrama, y respondí que aceptaba el lugar ofrecido.
El 4 de julio de 1930, encontré en casa la respuesta telegráfica, que decía: "Te he nombrado Delegado para los inmigrantes en Buenos Aires. Preséntate inmediatamente en la Legación para entrar en servicio. Ministro Precca".
Después de recibido el cable presenté mi renuncia al trabajo en "Swift" y pedí a la oficina de personal que dentro de lo posible, cuanto antes, me liberara de mis funciones. Me pidieron que trabajara hasta el 8 de julio, a lo que, por supuesto, accedí. Mario de Vusio se hizo cargo de las tareas que yo realizaba hasta que encontraran un sustituto adecuado.
Entre los muchos croatas, que trabajaban en el frigorífico, mi nombramiento como Delegado para los Inmigrantes fue recibido con alegría. Quien más se alegró fue mi amigo Jozo Čizmić, a través del cual había conseguido el trabajo en el frigorífico.
Durante la tarde y la noche del 8 de julio me despedí de mis conocidos y amigos en el Cerro y en Montevideo, y a la noche partí en barco hacia Buenos Aires.
[1] Cantú César y Blanco Garzón Manuel, Historia universal, Editorial Sopena, Buenos Aires, Tomo X, 1950, p. 388 ss.
Većeslav Holjevac, Croatas en el extranjero. Matica Hrvatska, Zagreb, 1968, p. 195-217.
Dr. Vjekoslav Vrančić - Defendimos al Estado
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