Monday 22 July 2013

"Los piratas del aire croatas" ¿Son realmente piratas?

"Los piratas del aire croatas" ¿Son realmente piratas?

Franjo Nevistić

Studia Croatica, Año XVII – Octubre – Diciembre 1976- Vol. 62-63


Los hechos
"Los piratas del aire croatas", así denominaba la mayor parte del periodismo mundial a cuatro jóvenes croatas y a una joven norteamericana, cuando el día 10 de septiembre próximo pasado desviaron por la fuerza un avión con pasajeros de la empresa TWA de los EE.UU., obligándolo a cambiar su ruta normal entre Nueva York y Chicago, tomar el rumbo hacia Canadá y luego a Europa, donde en París se entregaron a las autoridades francesas. Las mismas después de largas conversaciones con dichos jóvenes, con el capitán del avión y el embajador norteamericano en Francia, el señor Rush, decidieron, de común acuerdo, hacer regresar a los responsables a los Estados Unidos para ser sometidos a la justicia.*
Todo esto es de dominio público mundial. La empresa de esos jóvenes croatas fue ideada y ejecutada de una manera tan espectacular que en ningún rincón del mundo quedó sin conocerse. Cinco diarios —los más importantes del mundo- dieron una amplia publicación a los propósitos de los secuestradores y de acuerdo con las exigencias de estos últimos. El periodismo del resto del mundo no dejó de hacer lo mismo.
El asunto actualmente está en manos del Poder Judicial de los Estados Unidos. Nosotros los croatas en todo el mundo depositamos la esperanza de que ese Poder —el más independiente— pronunciaría un fallo justo y objetivo, adecuado a las circunstancias que no conspiran en contra de los intereses nacionales croatas.
Consideraciones jurídico-políticas
Prescindiendo de la naturaleza del fallo —negativa o positiva— la cuestión de la piratería o no, queda vigente. La controversia merece ser ventilada y esclarecida, posiblemente, desde todos los aspectos pertinentes.
¿Cómo se la puede contestar con relación a la justicia? ¿Cómo, por ejemplo, vemos nosotros los croatas, el asunto?
En principio y teóricamente según nuestro parecer. la contestación no es difícil. Pues, si se buscara en las disputas políticas, jurídicas y sociales la verdad y la justicia o la medida exacta de la importancia que debería darse a cada uno de los factores que constituyen y configuran la realidad en cuestión, resultaría mucho más fácil asegurar la paz tanto política como social aquí, como también en el mundo en general. Pero, y hay que lamentarlo profundamente, la realidad no es así. En vez de la búsqueda de la verdad y la justicia, el escenario de disputas acerca de dichos valores, se convierte en el campo de lucha por el poder. No se busca con ahínco y la sinceridad el equilibrio equitativo, real y justo entre los factores que son el tejido mismo de dicha realidad y que podrían mostrarnos el inequívoco sendero hacia la verdad que necesitamos, sino, disimulándolo, la lucha por el poder asume posturas y actitudes de las más variadas para promover intereses propios y sectoriales como si fuesen universales y justos. Detrás de dichas soluciones fifticias, falsas e injustas, para suplirlas —lo que es inadmisible— es movilizan fuerzas y armas que no resuelven nada sino que crean un clima social tenso, cargado de violencia, tanto en manos de los más fuertes que la ejercen "legalmente" como en la de los menos favorecidos a las que podrían recurir "ilegalmente".
En efecto, una búsqueda seria, sincera y bien intencionada de dichos valores, nos llevaría a dos clases de solución de los problemas en discusión y que son de una importancia trascendental. Una de ellas debería ser aceptada por todos merced a su evidencia misma de verdad y de justicia, y la otra por no poder encontrarla con claridad y evidencia de la primera. Ambas sostendrían la paz tan deseada. La primera por haber encontrado lo que buscábamos y la segunda por sugerirnos un compromiso —lógico e inevitable— ya que no podemos contar, después de tantos esfuerzos mancomunados, con el conocimiento de todos los componentes de la realidad "histórica" del momento y descubrir en ella la solución adecuada a la luz de la verdad y de la justicia. Mejor, pues, reconocer cierta impotencia propia que recurrir a la violencia en conformidad con las soluciones ficticias y sectoriales de grupos de intereses. Es en este punto donde deberíamos aceptar el consejo racionalista —sin optar por la filosofía racionalista— de B. Russell cuando señala: "El hábito de basar las convicciones que la prueba autoriza, curaría la mayoría de los males que padece el mundo".
Así el frío y calculador espíritu británico.
Surge inmediatamente la pregunta: ¿se puede aplicar el mismo procedimiento experimental de Russell cuando buscamos la comprobación de la verdad y la justicia como valores jurídico-morales? Si lo fuera posible, es de creer que no habría tantas discusiones acerca del asunto. Ni teóricas, que se expresan en batallas de opiniones, como tampoco prácticas que terminan en guerras de fuego.

Artículo completo en http://www.studiacroatica.org/revistas/062/06201.htm

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