¡Bienvenida,
Croacia!
La UE ha sabido
erigirse ante sus vecinos europeos en polo de atracción y potente catalizador
de reformas políticas, económicas y sociales. Alfonso Diez Torres*
Los europeos tardamos en aprender de los
errores de nuestra propia historia, pero finalmente lo hicimos. A la vieja
lógica del imperio o del equilibrio de poderes, incapaces de detener el flagelo
de las guerras, sucedió la de la cooperación e integración entre las naciones
europeas como vía de asegurar la paz y estabilidad duraderas en el continente.
Seis décadas de
avances progresivos en pos del objetivo de acercar cada vez más a los pueblos
de Europa han desembocado en lo que hoy es la Unión Europea (UE).
De los seis países
fundadores hemos pasado –a partir del próximo lunes, con la adhesión de
Croacia– a una Unión de 28 miembros. No hay mejor demostración de la vitalidad
e irreversibilidad del proyecto de integración europea: incluso en momentos
difíciles como los que atraviesa en la actualidad, el atractivo de la UE permanece
inalterable para aquellos países europeos que aún no participan en esta gran
empresa común.
La ampliación no es
sólo un mecanismo constitucional interno que regula los criterios y condiciones
para que un país pueda llegar a convertirse en un miembro más de la UE. Es
mucho más. Constituye una singular modalidad de política exterior, la más
innovadora y eficaz.
La UE ha sabido
erigirse ante sus vecinos europeos en polo de atracción y potente catalizador
de las reformas políticas, económicas y sociales capaces de asegurar la
transición democrática, y la modernización social y económica. Así lo acreditan
las experiencias de antiguos regímenes autoritarios (Grecia, Portugal y España)
o, más recientemente, de los países del centro y este de Europa, liberados del
comunismo tras la caída del Muro de Berlín.
Pero también, ahora,
este efecto virtuoso se percibe de una forma aún más intensa, al impulsar de
forma determinante la pacificación y reconciliación de los países de los
Balcanes occidentales.
Todas las adhesiones a
la UE han tenido en su momento un significado especial, pero en el caso de
Croacia este valor alcanza un nivel singular: anticipa –siguiendo la estela
iniciada con la adhesión de Eslovenia en 2004– y abre definitivamente las
puertas a la futura incorporación de los demás países de los Balcanes
occidentales.
Un dato reciente es
esperanzador: el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de la UE acordó el
24 de junio el lanzamiento de las negociaciones de adhesión con Serbia, tiempo
después de haberlo hecho ya con Montenegro. Esta decisión ha sido posible tras
el acuerdo alcanzado entre las autoridades de Belgrado y de Kosovo de
normalizar sus relaciones.
Mediante esta política
de mano tendida, al mismo tiempo que de exigencia y rigor, la UE ha sido
determinante para que los Balcanes occidentales puedan dejar definitivamente
atrás su historia reciente de sangre y se transformen en una cuna de paz.
Pero sería un error
creer que el deseo de la UE de ver extendidos sus límites es motivo suficiente
para facilitar la entrada en este exigente club. Los denominados Criterios de
Copenhague establecen los requisitos –políticos, económicos, institucionales–
que todo candidato debe cumplir para ser parte de la Unión.
El rigor es
particularmente severo en la exigencia de un funcionamiento y composición
plenamente democráticos de las instituciones políticas, del Estado de derecho,
de la separación de poderes y de un Poder Judicial eficaz e independiente, así
como del pleno reconocimiento y garantía de los derechos fundamentales y de las
minorías.
Pero, además, el
Estado candidato tendrá que llevar a cabo múltiples reformas que posibiliten
una economía de mercado capaz de hacer frente a un entorno abierto y
competitivo e incorporar en su legislación la extensa normativa europea y ser,
además, capaz de aplicarla.
Para Croacia, como lo
fue antes para otros candidatos, este proceso no fue una tarea exenta de
múltiples dificultades. Valgan estos datos para ilustrar el camino recorrido en
un proceso que se inició en 2003: 1.600 negociadores croatas durante 10 años;
35 capítulos de negociación con objetivos concretos a alcanzar; 160 mil páginas
traducidas al croata, de normativa europea, la que fue incorporada a su
ordenamiento jurídico. Croacia puede sentirse orgullosa de haber llevado a cabo
esta ingente tarea con brillantez, en condiciones no siempre fáciles.
La Europa mitológica
nace con la historia de un secuestro: el de la bella princesa fenicia Europa
por Zeus, encarnado en un toro. El “segundo secuestro de Europa” –el de nuestro
continente por la propia Unión Europea– simboliza el viejo sueño de la
unificación europea, el de la reconciliación definitiva de su geografía con su
historia. La adhesión de Croacia –y, pronto, la del resto de los países de los
Balcanes occidentales– a la UE nos hace sentir que la culminación de nuestro
gran sueño está próxima.
¡Bienvenida, Croacia,
a la gran familia europea!
* Embajador, jefe
de la Delegación de la Unión Europea en Argentina
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