Wednesday, 26 April 2017

008 Con los croatas de Sud América (1929-1931) - Dr. Vjekoslav Vrančić

Chile - 2

Al llegar a Antofagasta, me alojé en el hotel "London", propiedad de mi primo Ivan Razmilić. Ivan y mi madre eran primos hermanos: él era hijo de Ivan -Ante-, y ella era hija de Katarina, casada con Omerović. Aunque eran parientes míos, Ivan, su esposa y dos hijas, yo no los había conocido hasta entonces. El hecho de sentir que me encontraba en un medio amigable hizo más agradable mi estadía en esa ciudad, en la que en todo momento oía hablar croata en el suave dialecto de Brač. Ivan me mostró las tumbas donde descansaban mi abuelo y un tío.

Después de un día de descanso, mi primera preocupación era resolver la cuestión de embarcar a los repatriados, que eran unos trescientos. Croatas desempleados había más, pero muchos no podían decidirse a volver. A pesar de que la gente sabía que la economía chilena dependía principalmente de las exportaciones de productos mineros, como el cobre y el salitre, y que sus ventas en el mercado internacional estaban detenidas completamente como consecuencia de la crisis económica mundial, la gente todavía tenía la esperanza de que llegarían tiempos mejores. Gracias a la colaboración del Dr. Lisičić, resolvimos la cuestión del orden de embarque. Él, además, había recibido del Ministerio de Acción Social una suma de dinero para repartir y ayudar a los tenían que esperar más para embarcar. Realizada esta tarea, tuve la oportunidad de permanecer en Antofagasta por algún tiempo y de regresar luego tranquilo a Buenos Aires.

Para mi alegría, me enteré de que en Antofagasta estaba también mi amigo Ante Jakšić, llamado Antuka, con quien compartí mucho durante la infancia y juventud cuando yo iba en el verano a Supetar, a lo de la abuela Katarina o a lo del tío Ivan. De él aprendí muchos detalles acerca de la situación que reinaba entre nuestros compatriotas en Antofagasta. En términos generales, las condiciones estaban envenenadas. Un poco como consecuencia del desempleo y de la pobreza, y otro poco por envidia y por un sinnúmero de otras razones personales, todo era pelea entre ellos. 

Junto a unos pocos camaradas en Supetar, Antuka ya desde su infancia, era nacionalista croata. Se quejó que no había nadie en Antofagasta, con quien intercambiar una palabra amigable. Administraba el negocio de su padre y durante el día nunca salía de la casa, para no escuchar las burlas de sus compatriotas de Brač de orientación yugoslava y comunista. Sólo cuando caía la noche, salía a dar un corto paseo por la ciudad. Se alegró mucho con mi corta visita.

En el área del norte de Chile, donde me encontraba circunstancialmente, los inmigrantes croatas habían comenzado a llegar en gran número en 1868. En vísperas de la Primera Guerra Mundial su número llegó a veinte mil. Después de la Guerra, la mayoría de ellos abandonó la zona y se mudó a otras regiones del país. Durante mi estadía en Antofagasta, regresó a su país en forma gratuita un número relativamente bajo, pero importante como señal de la crisis económica.

El crecimiento y la disminución del número y de la economía del grupo nacional croata en el norte de Chile se relacionaba directamente con el crecimiento y la disminución de la producción del salitre, el único producto de esa región desértica. Las ventas, y por lo tanto la producción del salitre experimentaron dos colapsos, uno después de la Primera Guerra Mundial (1918), y el segundo por la crisis económica mundial (1929-1931). 

A través de más de 60 años de presencia en la región, los inmigrantes croatas, en su mayoría de las islas de Brač y Hvar, fueron los protagonistas del crecimiento económico de la región y víctimas de su caída. Preparando la partida de un grupo de croatas desempleados desde Antofagasta a su patria, también yo fui testigo presencial del cierre de una época. No es de extrañar, entonces, que el desarrollo, de cuyo final participé como testigo sin importancia, me emocionara y me llevara a echar un vistazo más de cerca, incluyendo su juego histórico previo entre los países de Chile y Bolivia. Sobre esto he aquí una revisión[1].

Antofagasta, capital de la provincia chilena del mismo nombre, contaba en ese entonces con cerca de 40 mil habitantes. Situada en una amplia bahía del Pacífico, servía desde el siglo pasado como puerto de embarque del salitre y otros productos minerales menos importantes del adyacente desierto de Atacama. La República de Chile había tomado posesión en forma violenta de ese puerto, otrora boliviano, hecho ocurrido en 1879. Debido a eso, hubo una guerra de cuatro años entre Chile, de un lado, y los aliados ocasionales Bolivia y Perú, del otro. La guerra terminó con la victoria de Chile, que anexó la provincia boliviana de Antofagasta y el Tarapacá peruano.

La disputa territorial entre Chile y Bolivia es muy antigua y hasta la fecha no ha sido resuelta. Hay que buscar la razón de eso en la lejana división administrativa de las posesiones coloniales españolas en América. Durante el tiempo de la América española, ésta fue gradualmente dividida en cuatro Virreinatos administrativos y cuatro Capitanías Generales. Desde 1543, Bolivia y Chile pertenecían al Virreinato del Perú, que se estableció ese año. En 1776 se estableció un nuevo Virreinato bajo el nombre de Virreinato del Río de la Plata, con centro en Buenos Aires. Comprendía las posesiones españolas al sur de Bolivia, por lo tanto, incluía a Chile. Dos años más tarde Chile se convirtió, debido a la distancia que lo separaba de Buenos Aires, en Capitanía General con las autoridades correspondientes.

Las colonias americanas reconocieron el dominio de España hasta 1810. Entonces el rey de España, Fernando VII, se rindió ante Napoleón Bonaparte, quien lo destronó y en su lugar nombró a su hermano José. Después de eso, la reputación del rey cayó y comenzaron a rebelarse contra los dominios españoles.

La primera rebelión se produjo en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. La misma no estaba dirigida contra España como "madre patria", sino contra el representante del rey depuesto. Más tarde se convirtió en guerra libertadora que se extendió por toda la América española y condujo a la independencia de las partes constitutivas: los virreinatos y las capitanías.

Los límites entre las áreas administrativas coloniales españolas de América, y por lo tanto entre los nuevos Estados, no estaban especificados exactamente. Debido a esto, después de la liberación, entre ellos hubo numerosas guerras, incluyendo ésta entre Chile y los aliados Bolivia y Perú.

Esta guerra es conocida históricamente bajo tres nombres: Guerra del Pacífico, porque tuvo lugar en la región del Pacífico; Guerra del salitre (entre Chile y Bolivia) y como la Guerra por el guano (entre Chile y Perú).

[La sal mineral, conocida como salitre, es un compuesto de sodio y ácido nítrico. Sus yacimientos naturales, aplicables a la transformación industrial, se encuentran en la parte norte de Chile. Una vez limpio de impurezas, lo que se realiza mediante el lavado del mineral con agua, el salitre tiene múltiples usos. Sirve como fertilizante para el agro, para la producción de pólvora y nitroglicerina y para la obtención de vidrio.
El guano es excremento de aves marinas, apilado durante siglos en los acantilados de la costa peruana donde casi nunca llueve. Es el producto de la digestión de las aves que se alimentan de peces marinos. Rico en fósforo, el fertilizante guano es un abono extraordinario.]

Las disputas fronterizas entre la Chile y Bolivia comenzaron treinta años antes de la llegada de los croatas a esa área, mientras que la Guerra del Pacífico encontró a los inmigrantes croatas que ya estaban en Antofagasta e Iquique. La disputa había comenzado en 1842, cuando el entonces Presidente de la República de Chile, el general Manuel Bulnes, corrió la frontera de su país muy al norte, hasta los 23 grados de latitud. 

Los nuevos límites abarcaban toda la zona del desierto de Atacama, en el que, en la parte norte, en el interior de la localidad boliviana de Antofagasta, había ricos yacimientos. Después de años de negociaciones y conflictos fronterizos menores, se llegó en 1874 a un acuerdo, por el que el gobierno boliviano aceptó el grado 24 de latitud como frontera entre los dos países, de modo que Antofagasta y los depósitos de salitre quedaban en posesión boliviana. Pero un año antes de eso, sintiendo la fuerte presión militar de Chile, Bolivia y Perú firmaron una alianza defensiva secreta, por la que las fuerzas conjuntas se defenderían de posibles reclamos chilenos ulteriores.

Independientemente de esto, el gobierno boliviano otorgó al mismo tiempo a una empresa minera de capital británico, registrada en la República de Chile, una concesión a 25 años para la explotación del salitre en su territorio. Dos años más tarde, Bolivia introdujo un impuesto a la exportación de 10 centavos de dólar por cada 100 kg de salitre, gravamen que en el contrato de concesión no estaba previsto. Debido a eso, la empresa minera inició procedimientos judiciales administrativos ante las autoridades bolivianas, y cuando perdió la última apelación en 1879, intervino el gobierno chileno ocupando el puerto de Antofagasta y así entró en guerra con Bolivia y Perú.

La guerra duró cuatro años y medio y terminó con la victoria de las armas chilenas. Con Perú se firmó la paz en 1883, y una tregua con Bolivia en 1884. De esta forma Chile recibió la provincia boliviana de Antofagasta y el Tarapacá peruano. Por el tratado de Paz de 1904, Chile recibió formalmente la posesión de la parte boliviana de la provincia de Antofagasta y Bolivia perdió su única salida al mar. Pero hasta nuestros días Bolivia no considera que esta diferencia haya sido resuelta y está tratando de obtener su salida al Pacífico a través de la mediación de instituciones internacionales.

En esta zona políticamente caliente de América del Sur, los primeros inmigrantes croatas vivían, trabajaban e iban adquiriendo plantas vinculadas con la preparación de salitre. Ya en 1890 algunos habían empezando a participar directamente en la utilización de los yacimientos de mineral para obtener el salitre. Pero la mayor parte de esta actividad minera comenzaría diez años más tarde, cuando Paško Baburica, asociado con otras empresas croatas, empezó a comprar muchos sitios existentes.

En vísperas de la Primera Guerra Mundial, Paško Baburica, Frano Petrinović, Petar Marinković, Pavo Mitrović, Ivan Sargo Bonačić y otros croatas de Dalmacia poseían más de la mitad de toda la producción de salitre. Individualmente, y más aún en su conjunto, representaban una potencia financiera de primera clase.

Sería injusto decir que los croatas de América del Sur, además de las razones económicas, no tenían también otros incentivos al adoptar su posición política durante la Primera Guerra Mundial. Pero a pesar de todo sigue siendo un hecho que la "Defensa Nacional Yugoslava" fue creada para defender la riqueza adquirida en los campos de salitre chileno, y junto con los dos principales responsables: el "Comité Yugoslavo" y el "Consejo Nacional de los Serbios, Croatas y Eslovenos", tuvo su parte de culpa por la difícil situación en la que cayó Croacia en 1918, y en la que hoy en día todavía se encuentra la nación croata.

Sin embargo, también en el caso del salitre chileno se repite el dicho de siempre: "En este mundo lo único permanente es el cambio".

La producción y venta de salitre había experimentado a través del tiempo dos graves crisis. Una de ellas ocurrió después del final de la Primera Guerra Mundial, cuando los alemanes aparecieron en el mercado mundial con un compuesto obtenido artificialmente con sodio y ácido nítrico.

Por la presión del bloqueo durante la guerra y aislados de los mercados del salitre chileno, materia prima imprescindible para la guerra, la industria química alemana logró obtener el nitrógeno a partir del aire, y luego el ácido nítrico, para combinar el mismo con el sodio, obtenido de la sal de cocina, y así producir un sustituto del salitre chileno.

Después de que la guerra terminara, el nitrato de sodio sintético desplazó, especialmente en el uso industrial, al salitre chileno, a raíz de lo cual la producción de este último se redujo de manera significativa.

Otro duro golpe que recibió la producción de salitre fue durante la crisis económica mundial de los años 1928-1929, cuando Baburica y Petrinović decidieron vender sus yacimientos. El comprador de sus yacimientos de salitre con todas las instalaciones fue la gran empresa británica Guggenheim.

Durante mi estadía en Antofagasta, he oído a varias personas sostener el mismo argumento, según el cual la empresa de gestión de Guggenheim a finales de 1930 llevó a cabo numerosos despidos de empleados, sobre todo los de ascendencia croata. La comunicación de despido era acompañada en el caso de los croatas de un insulto: "Afuera, perros yugoeslavos".

Según los mismos dichos, el motivo del despido y de tal proceder era que los administradores de la compañía Guggenheim se sintieron engañados, después de un año de utilizar los yacimientos de salitre transferidos. Por eso, cuando tuvieron que despedir personal, comenzaron por los connacionales de los antiguos propietarios. El fraude habría consistido en el hecho de que el precio de compra de los yacimientos se determinó sobre la base de datos estadísticos respecto de la abundancia de mineral procesado, que fueron presentados a Guggenheim por la administración de los antiguos propietarios, y que al parecer, estos datos no se correspondían con la verdad.

La primera parte de la afirmación, sobre el despido de forma ofensiva de los empleados, fue sin duda cierto, mientras que la otra parte, respecto de los datos estadísticos, podría ser cuestionable, aunque oí mencionar el nombre del funcionario administrativo jerárquico, de quien se decía que preparó hábilmente estadísticas falsas con el propósito de obtener un mejor precio de venta de los yacimientos.

En estas cosas delicadas no puedo ser juez. Reproduzco aquello que escuché de personas para cuya repatriación había ido a Chile.

En Antofagasta me interesé por el destino de las numerosas sociedades que se establecieron y operaron bajo el nombre de croatas. La mayoría de ellas ya habían desaparecido y las que quedaban, actuaban en ese momento bajo el nombre de yugoslavas. La Primera Guerra Mundial apagó en Chile el nombre croata.

Durante mi estancia en Chile hablé con gente de ascendencia croata. Tal vez había más, pero yo encontré sólo tres personas que confesaban su sentir croata: el Prof. Frane Eterović, Antuka Jakšić y la señora María Vodanović, esposa de uno de los primos de mi madre. Los dos primeros eran hijos de croatas de la isla de Brač, y la señora María, nativa de la Croacia que había estado bajo administración del Ban.

Después de casi un mes de visita, sin duda interesante, pero al mismo tiempo triste, me fui de Chile y regresé a Buenos Aires.




[1] Fuentes usadas:
Cantú — Blasco Garzón, op. cit., Tomo X, especialmente pág. 410-448.
Borić, Ivo, artículo citado.
La Razón, Buenos Aires, periódico vespertino, 10 de febrero de 1979, El Centenario de la Guerra del Pacífico, pág. 8.

Dr. Vjekoslav Vrančić – Defendimos al Estado



Traducción realizada por el magister José María –Joza– Vrljičak

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El magister José María –Joza– Vrljičak es el director de la revista Studia Croatica desde 1994.

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