Thursday, 20 April 2017

003 Con los croatas de Sud América (1929-1931) - Dr. Vjekoslav Vrančić

Capítulo 2. BUENOS AIRES

Llegué a Buenos Aires el 9 de julio por la mañana, justo el día de la fiesta nacional argentina, dedicada a la misma fecha del año 1816, cuando los representantes de once provincias del entonces Virreinato español del Río de la Plata, en la ciudad de Tucumán, en la provincia del mismo nombre, declararon su independencia de la Corona Española, sentando así las bases jurídico-estatales de la futura República Argentina. Este acto fue una consecuencia natural del proceso revolucionario, que había sucedido seis años antes en Buenos Aires, cuando el 25 de mayo de 1810 los nativos (criollos) derrocaron al virrey Hidalgo de Cisneros y formaron el primer gobierno propio llamado "Primera Junta". Junto con el 9 de julio, Día de la Independencia, el 25 de mayo, Día de la Revolución, es la otra gran fiesta nacional en la República Argentina.
Al llegar me alojé en una pensión en el centro de la ciudad. Sabiendo de la celebración de la fiesta patria, fui a la histórica Plaza de Mayo, donde se encuentra el Cabildo, donde en 1810 se había puesto en marcha un acto revolucionario, y a continuación fui el Palacio Presidencial (Casa Rosada) y la Catedral. Así que tuve la oportunidad de vivir de cerca este evento festivo y ver el paso del entonces presidente, Hipólito Yrigoyen, con los miembros del gobierno, desde el Palacio Presidencial hasta la Catedral donde se realizó el Tedeum. Los diarios de ese día estaban llenos de artículos dedicados al significado histórico de la celebración, que luego leí con gran interés para aprender sobre la historia de la liberación de los países de América del Sur de los dominios españoles.
Siguiendo las indicaciones que me dieron por telegrama, fui al día siguiente a la Legación de Yugoslavia, en la calle Charcas 1705, para presentarme a tomar mi trabajo. En ese entonces, el embajador y ministro plenipotenciario en Buenos Aires era el Dr. Milorad Strážnický, profesor de Derecho Mercantil en la Universidad de Zagreb. Alto, elegante, cuidadosamente vestido, de unos 50 años, de pelo gris, el Dr. Strážnický me recibió amablemente. Durante la conversación, dijo que él sabía que el Ministro de Asuntos Sociales me había nombrado Delegado, pero que él no podía permitirme tomar mi cargo ya que la Delegación para los Inmigrantes no dependía ni formalmente ni de facto de la Legación, sino directamente del Ministerio de Asuntos Sociales.
Al ver mi sorpresa, el Embajador me aclaró que antes de que se estableciera la Legación, en Buenos Aires existía un Consulado General y una Delegación del Ministerio de Asuntos Sociales para los Inmigrantes. El primer Delegado fue Jovo Marčetić, y el primer Cónsul General, el juez Ivo Grisogono, hermano de Prvislav, líder del partido de Pribićević y varias veces ministro. Marčetić, quien todavía estaba al frente de la Delegación, logró desde el principio mantener su independencia respecto del Consulado General y después de la Legación, cuando Grisogono fue nombrado primer Ministro (Embajador). Cuando el Dr. Strážnický tomó la función de Ministro (Embajador) después de Grisogono, no quiso poner en cuestión la relación entre la Legación y la Delegación, entonces la situación se mantuvo como hasta entonces.
Me recomendó que yo fuera directamente a ver a Marčetić y que, sobre la base del telegrama de nombramiento, le pidiera que me pasara la función. Si hubiera alguna dificultad, que hablara con el Dr. Zoran Dragutinović, consejero de la Legación y director del Departamento consular, y le pidiera que intervenga. Dijo que las oficinas del Consulado y de la Delegación se encontraban en el mismo edificio, Avenida de Mayo 1380, el primero de ellos en el noveno piso, y el otro en el piso 11.
"Si usted no logra ni lo uno ni lo otro, póngase en contacto por telegrama con su tío, el Ministro Preka", terminó su consejo el ministro Strážnický.
A partir de esta observación estaba claro que el Dr. Strážnický pensaba que el Ministro Preka era pariente mío y que probablemente esa era la razón por la cual el Embajador había estado mucho más abierto conmigo, de lo que cabría esperar. Consideré oportuno no hablar sobre ese parentesco que no era tal.
Después de la conversación no me quedaba otra que ir a ver a Marčetić. Me anuncié a través del secretario y fui recibido. Jovo Marčetić era un hombre de unos sesenta años, de abundante pelo canoso, peinado como los artistas. Llevaba anteojos de marcos oscuros y cristales gruesos. Claramente era miope.
Fue amable. Me ofreció sentarme y de repente hizo tres preguntas: Cuánto tiempo hacía que estaba en Argentina, qué hacía y qué necesitaba de la Delegación. Fingió que no sabía mi nombre, cuando yo ya se lo había dado a su secretario. Es por eso que repetí mi nombre agregando que había recibido un telegrama del Ministro de Asuntos Sociales comunicándome que me había nombrado Delegado para los Inmigrantes en Buenos Aires. Saqué y le di a leer el telegrama en cuestión, y le dije que el Embajador Dr. Stražnicki me dio instrucciones de ir directamente a la Delegación.
Marčetić puso cara de hombre sorprendido, y me respondió que sobre mi nombramiento no sabía nada y que, por consiguiente no podía entregarme el puesto.
Yo no podía creer que el Ministerio no le había informado a Marčetić de mi nombramiento, pero estaba claro que ninguna discusión ulterior sería de provecho.
Decidí visitar al consejero de la Legación, Dr. Dragutinović, lo que hice enseguida.
El Dr. Dragutinović me recibió inmediatamente. Era un señor de unos cuarenta años, de cara amable, modales pulidos. Le informé sobre mi nombramiento y de mis visitas al Embajador Strážnicki y al Delegado Marčetić. Según las instrucciones del Embajador recurrí a él para solicitarle que interceda a fin de que yo pueda asumir las funciones de Delegado para el que había sido nombrado.
El Dr. Dragutinović me escuchó con atención, pero su respuesta fue más breve y prudente que la del Embajador Stražnycki. Él me confirmó que la Delegación dependía directamente del Ministerio de Asuntos Sociales y que él no podía intervenir en ese tema. Me recomendó que me dirija al Ministro.
Después de esto yo no podía hacer otra cosa que informar telegráficamente al Ministro Preka, de que yo no podía tomar posesión de mi cargo, porque el Delegado Marčetić no había sido informado acerca de mi nombramiento. A fin de recibir la respuesta di mi dirección temporaria en Buenos Aires.
Dos días más tarde, recibí la contestación donde se me informaba se le había dado a Marčetić la orden de que me entregara el cargo. Luego de recibir esa respuesta, llegué a la conclusión de que estaba informado de mi nombramiento, pero que no quería entregarme el cargo, lo que él mismo me confirmó más tarde.
Volví a Marčetić. Esta vez, me recibió muy amablemente. Sobre el telegrama recibido no le dije nada, sino que dejé que él me confirme, que recibió el anuncio de mi nombramiento, lo que hizo de inmediato.
Al comenzar me dijo que fue trasladado al Comisariato para los Emigrantes en Zagreb. Se quedaría en Buenos Aires hasta finales del mes, y durante ese tiempo me introduciría en el trabajo. Me presentó a Spasoje Tommaseo, que era empleado contratado y se desempeñaba como Secretario de la Delegación. Me recomendó mantenerlo en servicio, en el que estaba desde 1923, desde el establecimiento de la Delegación. Además del idioma croata conocía de forma excelente los idiomas español, italiano y alemán, también conocía la situación local y las tareas de esa oficina. Le respondí que no era mi intención cambiar al secretario y que Tommaseo permanecería en su puesto.
Un tiempo dentro de la oficina, y otro poco fuera del trabajo, el resto del mes de julio lo pasé en compañía de Marčetić. Él era muy conversador y abierto. Habló también en repetidas ocasiones de la situación en Argentina, de la organización de los servicios para los inmigrantes en nuestra patria y en el extranjero, sobre su pasado y las razones por las que en un principio no tenía intención de entregarme el cargo.
Durante su servicio de siete años en Buenos Aires, Marčetić había conocido a fondo la situación política y económica de Argentina y de los países vecinos. Por eso no nos fue difícil estar de acuerdo en el hecho de que América del Sur no era el lugar adecuado para emigrar. Se debía lograr que el Ministerio restringiera la emigración otorgando visas solamente a aquellos que presentaran confirmación oficial de la llamada de sus parientes.
En este breve tiempo aprendí mucho de Marčetić sobre la organización del servicio para los inmigrantes, tanto antes de la Primera Guerra Mundial, durante el Reino de Croacia y Eslavonia, como después de la guerra, durante la vigencia del Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos.
El Reino de Croacia ya en 1883 tenía una ley sobre emigración. Diez años después de eso había sido creado el Departamento de Emigración dentro de la Sección de Asuntos Internos de Croacia (en ese entonces bajo administración del Ban -gobernador-), que luego fue el Departamento de Asuntos Migratorios. Croacia fue el primer país en Europa, que introdujo el seguro obligatorio para los emigrantes durante su viaje.
Durante el Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos se aprobó la Ley de emigración en 1921. Su aplicación se reguló un año después[1].
De acuerdo con esta normativa, los órganos del servicio de emigraciones eran: el Departamento de Emigraciones del Ministerio de Asuntos Sociales en Belgrado; el Comisariato General de Emigraciones en Zagreb; Supervisores y Delegados del Ministerio de Asuntos Sociales.
Serbia no tenía problemas de emigración, ni por lo tanto una organización apropiada. Por eso, en un principio todo el servicio para los emigrantes era llevado por el Comisariato General, es decir, por el antiguo Departamento creado durante la Croacia administrada por el Ban. Un año después de la aprobación de dicha ley, el Ministerio se hizo cargo de la gestión de la política emigratoria, y al Comisariato le quedaron las tareas de gestión de carácter técnico.
Los supervisores de migración eran funcionarios del Ministerio o del Comisariato, encargados de tareas especiales, como escoltar a los grupos más grandes de emigrantes desde su patria hasta el puerto de embarque, y a veces hasta el país de destino.
Los Delegados para la emigración eran designados por el Ministro de Asuntos Sociales. Su tarea era cuidar de los que habían emigrado de acuerdo al área que le correspondía a cada uno y en ocasiones debían informar al Ministerio y al Comisariato. En ese momento había tres delegaciones: en París, en Washington y en Buenos Aires; este última con competencia sobre toda América del Sur.
Me enteré por el propio Marčetić de que su familia era originaria de Knin. Antes de la Primera Guerra Mundial, su padre había sido jefe de la representación de una empresa de buques, creo que se llamaba “Lloyd Austríaco”. Allí Jovo había asistido a los primeros años de la escuela secundaria, pero luego continuó su educación en Odessa, en el Mar Negro, donde su padre había sido trasladado como jefe de la representación local de la empresa. No estoy hoy seguro, pero creo que asistió también a la Universidad de Zagreb. De las lenguas extranjeras sabía español, italiano, francés y ruso. Él era admirador de la Rusia Imperial. Como la mayoría de los serbios de Knin, él y toda su familia pertenecían al Partido Radical Serbio, en cuyas filas había encontrado apoyo para su carrera en la administración pública. No quería a los croatas. Aun así prefería ser trasladado al Comisariato en Zagreb, y no al Ministerio en Belgrado.




[1] Más sobre este tema: V. Holjevac, op. cit., especialmente p. 42 y ss.


Dr. Vjekoslav Vrančić – Defendimos al Estado


Traducción realizada por el magister José María –Joza– Vrljičak

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El magister José María –Joza– Vrljičak es el director de la revista Studia Croatica desde 1994.

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