El
Dr. Aurelio Tanodi, primer croata académico argentino
Discurso del
Prof. Carlos S. A. Segreti
El día 10 de
octubre de 1970, en una sesión solemne de la Academia Nacional de la Historia
(Argentina) fue incorporado como nuevo Académico Correspondiente en Córdoba, el
ex profesor croata de historia, Dr. Zlatko (Aurelio) Tanodi. El Dr. Tanodi, por
razones de la ocupación de su patria Croacia por las tropas servias y
comunistas yugoeslavas, llegó a la República Argentina en 1948, donde empezó como
un obrero manual en los suburbios de la Capital Argentina. Talentoso, con una
voluntad férrea y decisión inquebrantable, superó todos los inconvenientes, lo
que le fue reconocido y coronado con el máximo galardón a que puede aspirar un
especialista en el campo de su interés científico.
En el grabado,
publicado en La Prensa, el presidente de la Academia, el doctor Ricardo
Caillet-Bois entrega al nuevo Académico el Diploma y la Medalla
correspondientes. Luego pronunció su discurso de recepción el Académico Carlos
S. A. Segreti y que más abajo reproducimos íntegramente. A continuación el Dr.
Tanodi leyó su Conferencia de incorporación que versó sobre: Paleografía,
archivística y los estudios históricos en la Argentina.
En una atmósfera
de cordialidad, felicitaciones y aplausos, el presidente Caillet-Bois concluyó
la sesión. Nuestra revista se adhiere a los que felicitaron y saben apreciar el
trabajo científico del Dr. Tanodi.
El discurso del
Dr. Segreti:
"Señor
Presidente de la Academia Nacional de la Historia; Señores académicos;
Señoras y
señores:
"Explicar el
ayer y hacer inteligible el presente constituye la suprema finalidad de la
Historia. Nunca como hoy -y creo no equivocarme en la aseveración- se
experimenta tanta apetencia por los libros de Historia. Este requerimiento
resulta grato, sumamente plausible, para quienes por vocación se dedican al
metier de historiar; pero debo confesar que, por lo menos para quien habla,
también importa un peligro porque ese requerimiento -que algunas veces se me
ocurre que asume las características de apetencia voraz indiscriminada- rebasa
la capacidad de producción de los historiadores. El lugar de la obra de estos
es ocupado, entonces, por una literatura seudo histórica que resulta
necesariamente perjudicial por el sentido, valor y alcances con que se escribe.
La Historia, como
toda ciencia, como saber sistematizado que es, requiere estudio, reflexión
serena y exposición coherente. Ya no es posible "imaginar" la
Historia y, mucho menos, transmitir la imagen desfigurada en un relato cargado
de pura adjetivación y en la mayoría de los casos con una absurda adjetivación
peyorativa. Primero, porque la Historia es producto del esfuerzo intelectual
-tan reposado como árido muchas veces- y, segundo, porque como todo saber científico
es sustantivo. Por lo demás, todos sabemos que otro es el papel de la
imaginación en la ciencia. De allí que siga siendo acertadísima -en nuestro
conocimiento- aquella afirmación de un célebre manual de Introducción a los
Estudios Históricos: "Pas de documents, pas d'Histoire"; cierto es,
también, que no toda la Historia está en el documento, pero no cabe duda de que
sin éste aquélla no es posible.
El documento es,
bien lo sabemos, la materia prima de la elaboración histórica. Este
imprescindible elemento siempre ofreció al historiador aspectos varios y
problemas diversos; aspectos y problemas que, desde hace años, han adquirido
total independencia y que son materia -constituyen el objeto- de distintas
disciplinas aunque todas muy unidas entre sí como, a su vez, demás está
decirlo, se encuentran relacionadas con la Historia. Disciplinas en las que la
palabra del historiador no deja de ser escuchada con provecho, por obvias
razones, de la misma manera que no puede rechazar éste las enseñanzas que ellas
le ofrecen.
El historiador
es, entonces, debe ser, un agradecido deudor del diplomatista, del paleógrafo,
del archivero. Bien se sabe que, sin la colaboración de éstos, la investigación
de aquél se demora o alcanza inferencias equivocadas o llega a una vía muerta
cuando no se torna imposible desde el comienzo. Precisamente el doctor Aurelio
Tanodi, nuestro recipiendario de hoy, es un destacadísimo especialista en esas
disciplinas.
El doctor Aurelio
Tanodi tiene una estricta formación histórica. Estudió la especialidad en la
Facultad de Filosofía de la Universidad de Zagreb egresando como diplomado en
Historia Universal y cuyo doctorado obtuvo en 1944. Rápidamente se encausa
hacia el estudio de la Paleografía y de la Diplomática, disciplinas para cuyo
dictado se le designa en la Facultad donde egresa. Paralelamente ha adquirido
experiencia en materia archivística en el Archivo Nacional Croata, en Zagreb.
Completa su
formación intelectual en la Universidad de Graz donde cursa Introducción al
Derecho y Paleografía. Después, en el Archivo Secreto Vaticano, estudia
Archivología así como Bibliotecología en la Biblioteca Apostólica Romana al
mismo tiempo que se desempeña como bibliotecario en la Universidad Antonianum,
de Roma, donde cataloga libros en lenguas eslavas y realiza investigaciones en
Historia Medieval. Tal la culminación del periplo de su formación europea.
Con aquel bagaje
intelectual y con aquella experiencia acumulada llega a la Argentina -país que
quiere como al suyo de origen y del que es y se siente ciudadano- donde habrá
de convertirse, diría natural y necesariamente, en el especialista que todos
valoran y respetan. Porque el doctor Tanodi es, desde este año -y lo digo
anticipando su ubicación en esta pálida semblanza cronológica que trazo de su vida
intelectual- Doctor Honoris Causa en Paleografía y Archivología del Archivo del
Estado, de Roma, merecida distinción que lo singulariza como uno de los cinco
archiveros que hasta ahora existe en el mundo con ese grado.
Nuestro Académico
Correspondiente inicia su etapa argentina como secretario del Instituto
Superior de Estudios Patagónicos; cargo que desempeña en 1949 y 1953. En este
último año -1953- inicia su carrera como indiscutido profesor en la Universidad
Nacional de Córdoba. En efecto, la Facultad de Filosofía y Humanidades le
designa profesor de Paleografía y Diplomática y, poco después, obtiene la
cátedra de Edad Media. Quienes hayan tenido que enfrentarse con documentos de
los siglos XIII, XIV, XV, XVI o primera mitad del XVII saben lo que cuesta
descifrarlos. Más de una vez he sido mudo testigo, en algún examen de nuestra
Facultad, de la naturalidad con que sus alumnos los leen de corrido. Además,
para el doctor Tanodi, ya no es privilegio tener destacados discípulos. Y esta
tarea no es fácil, sobre todo si pensamos en la recompensa material que
posibilita la especialidad en esta ya complicada Argentina que todos vivimos
hace bastante tiempo.
Pienso que la
iniciativa más fecunda del doctor Tanodi es la Escuela de Archiveros de la
Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.
Desde 1959, año de la creación, es su colaborador más eficaz, su sostenedor más
entusiasta y dinámico y, por cierto, su necesario director. Todo explica que la
0.E.A. haya elegido a "su" Escuela como centro multinacional para
capacitación profesional de archiveros americanos.
A esta altura
parecería obvio -así se me ocurre- decir que el doctor Tanodi es requerido
desde el extranjero para dictar cursos y conferencias en distintas
universidades y centros de saber o que ha intervenido en congresos nacionales e
internacionales. Hace muy poco tiempo ha regresado de Alemania Occidental y
recientemente de Estados Unidos de Norteamérica donde, estoy seguro, ha dejado
más saber y experiencia que los traídos. Quizá una prueba más que Tanodi es ya
un argentino cabal...
A su iniciativa
se deben las celebradas I, II y III Jornadas de Archiveros de Argentina; las
dos primeras realizadas en Córdoba y las terceras en Buenos Aires.
Esta indiscutida
competencia de nuestro recipiendario ha hecho que, por derecho propio, integre
el Consejo Internacional de Archivos, con sede en París; y sea miembro de la
redacción de la revista Archivum, que se edita en esa ciudad con los auspicios
de la UNESCO; miembro del Comité de Archivos del Instituto Panamericano de
Geografía e Historia; miembro de la Sociedad de Archivistas Americanos, con
sede en Washington; miembro del Instituto Histórico Croata, de Roma; miembro
honorario de la Asociación Venezolana de Archiveros y miembro de la Asociación
Peruana de Archiveros.
Sólo en tropel y
con memoria bastante flaca puedo citar algunas de las investigaciones
concretadas en artículos, folletos y libros: Repartimiento de indios del año
1582; Notas diplomáticas sobre el repartimiento de indios del año 1582;
Ediciones de documentos históricos; Reales cédulas y provisiones; Comienzos de
la función notarial en Córdoba; Las transcripciones de las ruinas de Cayastá;
Libro de mercedes de tierra de Córdoba, 1573 a 1600; El concepto de
archivología; Reuniones archivísticas; Nomenclatura indígena de un manuscrito
del año 1691; El archivo histórico de Córdoba: problemas y soluciones;
Interpretación paleográfica de nombres indígenas; Organización archivística en
los Estados Unidos;... y la producción sigue sin adocenarse.
Tres de sus
obras, a mi entender, merecen especialísima mención. Quien quiera realizar hoy
una investigación en los archivos cordobeses no podrá prescindir de su más que
utilísima Guía de los archivos de Córdoba, Córdoba 1968. Quien desee iniciarse
en el estudio de la archivología americana o avanzar en los problemas que ella
presenta le será imposible pasar por alto a su Manual de archivología
hispanoamericana: teoría y principios, Córdoba 1961.
No creo que nadie
pueda negar que la historia económica goza en la actualidad de especial
preferencia. La edición de corpus documentales se hizo siempre atendiendo a
otros aspectos no menos esenciales para la comprensión del fenómeno histórico.
En materia de edición de documentos que hacen exclusivamente a la historia
económica, el doctor Tanodi acaba de probar al historiador -y lo ha hecho
maravillosamente bien- que la misma puede hacerse de una manera compendiada o
reducida sin que la investigación resulte perturbada; pero, al mismo tiempo,
les ha demostrado a los administradores de las finanzas que ella puede hacerse
en forma "económica", problema éste nada baladí en materia de
ediciones documentales.
Sólo los que
están alejados -en razón de la distancia- de los grandes centros de documentación
histórica pueden valorar debidamente el esfuerzo que acaba de coronar con todo
éxito en la obra Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico, Volumen I,
1510-1519, editado por el Centro de Investigaciones de la Universidad de Puerto
Rico e impreso impecablemente en Buenos Aires en 1971.
Es el doctor
Tanodi un investigador de ley; son atributos suyos, pues, la callada
concentración en el estudio; el trabajo metódico y paciente; pero además la
condición de maestro. Características que combina con una profunda calidad
humana, con un sincero don de señorío y con una férrea voluntad de servicio
hacia todo aquél que se le acerque.
La prudencia
señala que ha vencido mi tiempo para poder escuchar al nuevo Académico
Correspondiente por Córdoba quien habrá de referirse a Paleografía,
archivística y los estudios históricos en la Argentina. Debo concluir pues y lo
haré diciéndole -y aquí se me ha de excusar la licencia que me tomo, pero el
esfuerzo por el disimulo de una amistad también tiene su punto final-: amigo
Tanodi -mi gran amigo Aurelio- experimento una gran satisfacción al darle la
más afectuosa y cordial bienvenida en nombre de la Academia Nacional de la
Historia.
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