Zdravko Ducmelic: Óleos
Milan Rakovac
(Acerca de la Exposición en la Galería Wildenstein, agosto 1972, Buenos Aires)
A pesar de que pasó la mayor parte de su vida fuera de Croacia y sigue haciéndolo, Ducmelic es un pintor típicamente croata. Una velada nostalgia por lo perdido o, quizás nunca alcanzado, que irradia de sus cuadros; conflictos permanentes y desfallecimientos en actitud de rebelión y protesta contra un destino enigmático pero inexorable lo impulsan a crear, con sus propias fuerzas y con sus propios medios, un mundo también propio, mundo lleno de anhelos, imaginativo y esperanzado, pero justamente por eso, un mundo muy frágil y siempre en peligro de desvanecerse y desaparecer en cada momento.
Como hombre y especialmente como pintor, Ducmelic lleva en sí profundamente, en sus sentimientos, en sus ideas y los temas de sus obras, el triste y trágico destino croata, comunicándolo en sus telas al público sin reserva y en forma abundante. Todo lo vivido, donde fue actor o testigo, copiosamente revive en sus cuadros con una audacia que sorprende, viéndolo todo a través del prisma y la visión artísticas que se asemejan a un sueño aunando lo real con lo ideal, o separando lo real de lo ideal sobre la base de un análisis intuitivo. Llevando en sí profundamente escondidos esta realidad y recuerdos, el pintor los revive, transforma y substituye por una realidad nueva, su propia realidad, subjetiva, específica, absoluta y metafísica, repitiendo los temas, los motivos, las expresiones y la técnica. En éste, su quehacer artístico, Ducmelic, a veces, vuelve a ser demasiado individualista, pero sin embargo, a diferencia de muchos otros, en esto no se deja guiar por el deseo de sorprender o crear impresiones relámpago, o dar el rumbo sorpresivo por vías nuevas y desconocidas
También ésta, su última exposición, significa el cenit de sus esfuerzos artísticos y, como si nos quisiera confirmar en esta opinión y darnos un nuevo testimonio de su continuidad y su unidad artística.
Una serie de caras y figuras ya conocidas, de mirada enigmática, presentadas por el pintor con una ternura poco común, especialmente de niños y mujeres; extraños paisajes plenos de una soledad aterradora, sin sol o luz del día; o las casas abandonadas y calles desiertas, son los temas preferidos también de estos últimos cuadros denominados, formal y rutinariamente, con títulos poco usuales. Aquel mundo metafísico del autor que ya conocemos, rico en su expresión y lleno del lirismo de tono melancólico, sin retórica alguna y profundamente humano, está nuevamente presente y exteriorizado con éxito también en los cuadros últimamente expuestos por el autor. Los temas, la forma, los colores y la composición son medios y fin a la vez de lo sinceramente vivido e imaginado. Nada esta omitido o dejado al azar, a la improvisación, o al capricho. Internándonos nuevamente en este su mundo mágico (y después de haber terminado su fase experimental en el campo de lo no figurativo) donde cada detalle vive su vida y todos juntos a la vez forman una unidad armónica y bien delimitada, lo que más encanta al observador y, confunde, hasta cierto punto, es el hecho de que ese mundo nace-y adquiere formas enigmáticas, estimulado por una necesidad íntima e irresistible del artista creador.
Opiniones de la prensa argentina: "Pintura para gozar golosamente"
A continuación transcribimos los juicios y opiniones de los críticos plásticos de los diarios y revistas de Buenos Aires sobre la última exposición del ilustre pintor Z. Ducmelic.
... Hernández Rosselot, crítico del gran rotativo vespertino La Razón escribe el 12 de agosto de 1972:
"A dos buenas muestras la de acuarelas de M. Laurence y las del pintor brasileño Sergio Teles, le han sucedido en Wildenstein la exposición de las obras metafísicas de Ducmelic, y las excelentes pinturas de Julio Barragán. Los 20 óleos de Ducmelic nos parecen la visión de un mundo inquietante. Se diría que este artista argentino -nacido en Croacia el año 1923, y que estudió en la academia de Bellas Artes de Zagreb- aún siente nostalgia del mundo europeo. No obstante ha sabido mezclar el pétreo paisaje andino de la zona cuyana donde se ha radicado con las imágenes metafísicas de la escuela italiana (se perfeccionó en Roma y Madrid). Por lo cual se podría afirmar que ha encontrado una fórmula que expresa su circunstancia, identificándola con esos enigmáticos personajes, hieráticos, que existen en ámbitos signados por una gama de colores terrosos. Que viven entre dos mundos: el europeo y el americano. La fusión de esas dos vivencias se da en su pintura, realizada con admirable como depurado oficio."
· Eduardo Baliari, crítico de artes plásticas de Clarín (29 de agosto de 1972) sintetiza sus observaciones en los pasajes siguientes:
"Tan larga como fecunda y consciente es la trayectoria de este artista nacido en Croacia y nacionalizado argentino en 1949. Fecunda y consciente, porque prefirió ir incorporando sus conquistas sin desatender la necesidad de que siguieran respondiendo a la naturaleza de sus cuadros, y así fue como hace unos pocos años arribó a este clima onírico que es el que priva en toda su obra, como lo vuelve a demostrar, en esta muestra de Wildenstein, Córdoba 618. Apartándose de la febrilidad productiva de nuestra época, que solo aspira a una pintura de realización espontánea, sin pausa para la selección, sus obras dejan la impresión de la serena meditación que conduce al resultado deseado. De ahí también ese ámbito en que se mueven sus cosas y esporádicamente sus seres, haciendo casi irreal, pero posible, el escenario donde surge esa vida por propia determinación biológica. El suyo es como un mundo que se descubre por primera vez. No es ciencia-ficción la geografía de su pintura; por el contrario, cuando nos enfrentamos con sus paisajes, pensamos que ya alguna vez estuvimos allí. Algo así como una visión parapsicológica para emplear un recurso a moda que nos golpea en la memoria, al mismo tiempo que en la sensibilidad. Y lo que impone es el sentido monumental de sus pequeñas dimensiones. Es como si utilizara poderosos lentes de acercamiento cuando está enfocando lejanas perspectivas. Pintura para gozar golosamente.
· La revista Confirmado (8/8/72) bajo el título "El pintor se continúa" y reproduciendo dos cuadros de los más característicos ofrece el siguiente análisis, perspicaz e intuitivo, de la última exposición de Ducmelic:
"Zdravko Ducmelic, el artista croata definitivamente radicado en la Argentina -las raíces definitivas de esa residencia son mucho más detectables en las circunstancias entrañables de su pintura que en la suma de sus años- está exponiendo nuevamente, en Buenos Aires. Lo hace en una de las salas de Wildenstein, la que se abre directamente sobre el tenaz bullicio de la avenida Córdoba, una referencia de ninguna manera ociosa si se entra en contacto con la atmósfera obsesivamente metafísica que define la producción del pintor y se transpone así el límite entre realidad e irrealidad. O entre dos realidades en conflicto, más por los mecanismos que las configuran que por las referencias visibles de su funcionamiento.
Podría hablarse de una culminación de proceso frente a la pintura que está realizando Ducmelic, y la observación de su trayectoria, desde que llegara a la Argentina en 1949, lo corrobora. Hace casi cinco años, en ocasión de otra muestra suya, también en Wildenstein, un comentario de Confirmado señalaba las coincidencias entre el contexto dramático, expresionista, de los primeros cuadros suyos expuestos en el país -una consecuencia directa de la experiencia tremenda que acaba de vivir- y las direcciones que tomó después su obra. "Le hicieron falta -se decía entonces- los años de meditación en su casi destierro mendocino, su redescubrimiento de una tierra con paisajes secretos, escondidos, para concretar lo que ya estaba en él, detrás del drama inmediato, de la desesperación, la destrucción, la desolación que se le imponían necesariamente. En el desbrozamiento, a que sometió a su pintura, todo eso se fue quedando atrás, transformado. Pero se lo puede encontrar en la soledad densa, pesada de algunos de sus paisajes o en el silencio sin orillas de sus figuras más que antiguas, intemporales".
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