Wednesday 12 September 2012

Homenaje al Mtro. LJERKO SPILLER . Miércoles 19 de septiembre


Homenaje al Mtro. LJERKO SPILLER

http://www.mozarteumargentino.org/mediodia19sep12.html

Temporada 2012 - Teatro Gran Rex, Av. Corrientes 857 a las 13:00 hs
Una vez comenzado el concierto no se podrá entrar a la sala

ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

Miércoles 19 de septiembre

Homenaje al Mtro. LJERKO SPILLER

Coordinación artística: Haydée Seibert y Andrés Spiller

PROGRAMA

WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791)
Cuarteto para oboe, violín, viola y violonchelo KV. 370
Allegro
Adagio
Rondeau: Allegro

Intérpretes
Andrés Spiller, oboe
Antonio Spiller, violín
Gustavo Massun, viola
Diego Sánchez, violonchelo

Quinteto para cuerdas en Sol menor KV. 516
Allegro
Menuetto: Allegretto
Adagio ma non troppo
Adagio - Allegro

Intérpretes: Cuarteto de Cuerdas Buenos Aires
Haydée Seibert, violín
Grace Medina, violín
Marcela Magin, viola
Edgardo Zollhofer, violonchelo
Roberto Calomarde, viola invitada

Divertimento para orquesta de cuerdas en Re mayor KV. 136
Allegro
Andante
Presto

Intérpretes: Orquesta “Homenaje al Mtro. Ljerko Spiller”
Director: Andrés Spiller

LJERKO SPILLER

Violinista y director de orquesta croata-argentino nacido en Crikvenica el 21 de julio de 1908, realizó estudios con maestros de la talla de Vaclav Huml en la Academia  de Música de Zagreb y con Jaques Thibaud, Georges Enescu y Diran Alexanian en L’École Normale de Musique de Paris. Obtuvo los diplomas de la Academia de Música de Zagreb (1927), el "Diplome D’Execution"  y la "Licence de Concert" en la Ecole Normale de Musique de Paris en los años 1928 y 1930 respectivamente. Fue Profesor de violín en esta última institución entre los años 1930 a 1935, desempeñándose paralelamente como concertino en la orquesta de cámara dirigida por Alfred Cortot. En 1935 viaja a Argentina, conoce a Juan José Castro y lo designan concertino de la Orquesta Sinfónica de Radio el Mundo. Unos años después crea la Orquesta de Cámara Ljerko Spiller y funda las orquestas de la Asociación Amigos de la Música, Femenina de Radio el Mundo y de Jóvenes del Collegium Musicum. A la par, una de sus principales actividades pedagógicas fue la que desarrolló a lo largo de toda su vida como profesor particular de su instrumento, formando a violinistas y violistas como Alberto y Oscar Lysy, Ana y Nicolás Chumachenco, Tomás Tichauer, Brunilda Gianneo, Haydée Seibert, Fernando Hasaj, Marcela Magin, Luis Roggero, Antonio Spiller, León Spierer y Roberto Rutkauskas, entre muchos otros que se destacaron en el país y en el Exterior. Innumerables músicos argentinos, ejecutantes de casi todos los instrumentos se formaron con él en sus clases de música de cámara, dictadas en distintas instituciones como el Collegium Musicum de Buenos Aires, el Camping Musical de Bariloche y la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, institución donde fue nombrado Profesor Emérito Extraordinario. Fue Director Titular de la Orquesta Juvenil de Radio Nacional y mentor de su cuarteto de cuerdas. Estrenó en Argentina innumerables obras de autores argentinos y extranjeros y hasta los 97 años de edad dictó cursos en el Instituto Nacional Superior de Artes de General Roca, en la Provincia de Río Negro y en Altensteig, Alemania. Se desempeñó asimismo como miembro de los jurados de los concursos internacionales de violín de Ginebra en 1980, de Zagreb entre 1977 y 2005 y Mozarteum de Salzburgo, en diversas oportunidades. Entre sus publicaciones se destacan: "El pequeño violinista" publicado en 1943 y que alcanzó las seis  ediciones, "Iniciación al violín en grupos" del año 1980, así como diversas críticas y artículos en "Le Monde Musical" y "Le Courrier de Musique" de París entre los años 1932 y 1935. Ese mismo año de 1935 fue laureado con el quinto puesto en el Concurso Internacional de Violín Henryk Wieniawski realizado en Varsovia. Entre otras distinciones que recibiera en virtud de su incesante y destacada labor cabe mencionar el Premio de la Asociación de Críticos Musicales al Mejor Pedagogo en 1992, el Diploma de Honor del Consejo Interamericano de Música (CIDEM), el premio del Fondo Nacional de las Artes a la Trayectoria Artística edición 2004 y el Premio Cultura Nación, otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación en el año 2007. En 1989 recibió el []Premio Konex de Brillante como personalidad más importante de la Historia de la Música Clásica Argentina. Presidente del Gran Jurado de los Premios Konex en 1999, recibió una condecoración del Presidente de la República de Croacia y en 2001 fue designado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires

COMENTARIOS AL PROGRAMA

A los veinticinco años de edad, un Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) hastiado por la carencia de reconocimiento y de desafíos musicales que le prodigaba su Salzburgo natal, desde su puesto al servicio del Arzobispo Colloredo, persistía en hallar nuevos horizontes profesionales. La meta era alcanzar un cargo oficial en la capital del Imperio Habsburgo, mas en ese camino hacia Viena, la corte de Munich apareció como un atractivo estadio, desde el cual aumentar su fama como compositor. En ese momento crucial de su vida, había recibido el encargo del Príncipe Elector Karl Theodor, de crear una ópera seria para la temporada de carnaval. Durante su estancia en la capital bávara durante ese invierno de 1780-81 y mientras escribía Idomeneo, Mozart se reencontró con Friedrich Ramm, un virtuoso oboísta con quien trabara amistad dos años antes en Mannheim y quien ahora se hallaba al servicio de la Corte del Príncipe Elector. Fue así como surgió la idea de componer una obra tan original como el Cuarteto para oboe, violín, viola y violonchelo en Fa mayor, inspirada en las dotes técnicas y expresivas del intérprete alemán. El compositor trazó entonces una obra en tres movimientos a través de los cuales no sólo destaca la escritura para este instrumento de la familia de las maderas, sino también la comprometida parte destinada a las cuerdas, consiguiendo un grácil y magnífico equilibrio en la edificación del diálogo entre los cuatro instrumentos. Un clásico Allegro de forma sonata, durante el cual el oboe presenta el primero de los temas mientras el violín hace lo propio con el segundo de los mismos, da inicio a esta obra de cámara. Delicada e intensamente, a través de sutiles mas decisivas modulaciones, transcurre el breve segundo movimiento. Este Adagio, escrito en Re menor, tonalidad relativa de la principal, se plantea así como el espacio para el despliegue de las aptitudes expresivas de los instrumentos involucrados. Un ligero rondeau concluye esta obra estrenada por Ramm y otros miembros del Teatro de la Corte en algún exquisito salón muniqués poco antes de que Mozart se instalara definitivamente en Viena.

Los seis años transcurridos desde su llegada a la capital imperial habían sido a un tiempo arduos y victoriosos, plenos de entusiasmos y desengaños, pero signados constantemente por la persistente, febril y genial producción del brillante compositor. Era 1787, año de la composición y estreno de Don Giovanni, durante el cual se inició el precipitado declive de su popularidad y por sobre todo el mismo año en que falleció el ser más influyente en su vida personal y profesional: su padre. El 16 de mayo, tan solo doce días antes de la desaparición de su progenitor, Mozart culminó la composición del Quinteto para cuerdas en Sol menor K. 516, cuarta de sus seis creaciones destinadas a esta formación integrada por dos violines, dos violas y un violonchelo. Obra de carácter reflexivo y hondura expresiva, es la única de sus composiciones para quinteto de cuerdas en esta tonalidad que el siguiente año enmarcaría con las mismas características a la Sinfonía nº 40. El primer movimiento inicia un discurso de forma sonata con un dinámico, primer tema de gestualidad anhelante. Mozart escribe un segundo tema que no ceja en lo que hace a lograr un efecto de movilidad sostenida y que parece intentar alcanzar el modo mayor, tan solo para volver a remarcar el tono sombrío y apasionado del Sol menor. Tras el desarrollo, esta sensación se ahonda en la reexposición al no concretarse una modulación real al modo mayor y al afirmarse en cambio el rico juego textural entre los cinco instrumentos. Difiriendo del procedimiento usual para la época de situar el minué en el tercer movimiento, este ocupa el segundo momento de esta obra. Se trata en este caso de un minué que, mientras mantiene los rasgos rítmicos de esta, la mayor de las danzas cortesanas de la época, despliega una intensidad inusitada para el que solía ser el espacio más ligero de una obra clásica. Los incisivos acentos, sintomáticos de la influencia de la doctrina del sturm und drang, instalan una sensación trágica que contrasta con el sector central de este movimiento, el Trio en Sol mayor. Al llegar el momento del Adagio se comprende que Mozart invirtió el orden de los movimientos con el objetivo de crear un recorrido gradual y de introspección hacia este, el espacio más revelador del quinteto. La deliciosa calma que brinda aquí la tonalidad de Mi bemol mayor, se intercala con visos de inquietud, generando un momento que parece situarse fuera del tiempo y que nos vuelve a la realidad con un vivaz acompañamiento sincopado. El Sol menor con su halo de oscuridad y profundidad retorna en el Adagio que introduce al último movimiento, dejando ahora sí desgranar una infinita tristeza tras la cual, sin embargo, reaparece la sonrisa y la gracia mozartiana iluminándolo todo con un tema enérgico y gozoso que asoma una y otra vez por sobre el recuerdo de las penumbras.

La última obra de este programa nos devuelve al joven Mozart de Salzburgo a través del Divertimento en Re mayor K. 136, que el compositor escribiera a los 16 años, en 1772. El mismo forma parte de las “Sinfonías de Salzburgo”, un grupo de obras para orquesta de cuerdas escritas en 3 movimientos, al modo de las sinfonías italianas. Precisamente Mozart se inspiró en el estilo propio de la escritura para cuerdas de los maestros italianos, puesto que acababa de retornar de su segunda estadía en esa península. El Allegro de forma sonata, consecuente con la precoz maestría del compositor, desprende frescura y contundencia. Pleno de elegancia se presenta el confiado Andante, para concluir en un presto en el cual la brillante tonalidad de Re mayor refulge con agilidad y a través de logrados juegos contrapuntísticos.

Claudia Guzmán

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