Thursday, 24 May 2012
Héctor Vucetich, físico y astrónomo platense
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"En nuestra educación, sólo se salva la Universidad" Héctor Vucetich, físico y astrónomo platense. Su testimonio sobre la “Máquina de Dios”. La vigencia de Einstein y sus críticas al sistema educativo argentino. Las tres materias primordiales
Por MARCELO ORTALE
El Día, La Plata, 15 de abril de 2012
"En los últimos años la Universidad está volviendo a los principios rectores de Joaquín V. González, tanto en educación, como en investigación y extensión. Está volviendo a ser la de los mejores tiempos. Ha profundizado su inserción en la sociedad. Hace veinte o más años había facultades que eran fábricas de diplomas. Se había aislado, pero ahora se está recuperando", dice Héctor Vucetich, que se refiere así a la Universidad Nacional de La Plata, en la que se graduó como doctor en Ciencias Físico Matemáticas, en la que durante décadas tuvo cátedras y de la que es profesor emérito.
Vive a metros de plaza Alsina, en cercanías de 7 y 66, un barrio que como tantos otros era tranquilo y silencioso, pero que ahora perdió mucho de esas características. Es nieto de Juan Vucetich, el descubridor de las huellas digitales que llegó al país a fines del siglo XIX desde una muy lejana Croacia. E hijo de Danilo Vucetich, un químico también de renombre.
Vive en una casa de dos pisos, clásica por fuera, moderna por dentro, con centenares de libros de física, química, astronomía, matemática, pero también de ciencia ficción, donde sobresalen las obras de Bradbury o Asimov, aunque se declara cerrado admirador de Borges, Cortázar y del escritor Sarmiento. De todas las materias, la que más le gusta es la matemática “porque es platonismo puro. La matemática es el mundo de las ideas”, dice.
Fue profesor en la facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP, es miembro de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, de la Unión Astronómica Internacional, de la Internacional Committee on General Relativity and Gravitation, de la Asociación Argentina de Astronomía y de la Asociación Física Argentina.
Dirigió numerosas tesis doctorales, publicó más de cien trabajos en revistas nacionales e internacionales y entre sus obras más conocidas se destacan su “Introducción a la Mecánica Analítica” y su “Introducción a la Filosofía Exacta de la Ciencia”. Es también autor de publicaciones literarias, entre ellas la novela corta “El silbido del viento en las ventanas”; el libro de ensayos “Mis experiencias con Más Allá” y los libros de cuentos “Antropozoides” y “Cerveza con amigos”.
¿Cómo ve a nuestro sistema educativo?
“Nuestra educación está retrasada. Especialmente en los niveles secundario y primario, donde todo está mal. Sólo se ha salvado la Universidad. La educación secundaria fue destruida con la reforma del 90, que fue espantosa. Los gobiernos han tenido una política poco seria en materia educativa y esto ha venido ocurriendo mientras la tecnología avanzó y ha complejizado extraordinariamente nuestra vida.
Se nombró a gente no preparada en cargos educativos, cuando el país debió haber mandado gente a prepararse, a capacitarse, en Europa, Estados Unidos, Rusia o Cuba y ver qué es lo que allí funciona, para poder nosotros juzgar y elegir”.
Hay especialistas que sostienen que del déficit educativo no puede salirse sólo por medio de la educación, sino que debe confluir una buena política económica.
“No estoy tan de acuerdo. Lo que hace falta es actuar, actuar como lo hizo Sarmiento. Tener o traer buenos docentes. Sarmiento, en tres meses, como gobernador de San Juan, revolucionó la educación en esa provincia, creó escuelas e institutos en todas partes. Todo se hizo desde la nada y en un marco de pobreza. La solución es hacer. Lo que pasa es que uno vive más tranquilo sin hacer nada. En la actualidad el Gobierno creó el ministerio de Ciencia y Tecnología y el resultado es más que interesante”.
¿Qué opina de la llamada Máquina de Dios que, según se afirmó, está cada vez más cerca de reproducir el origen del Universo? Se dice también que científicos de diversas nacionalidades, incluidos varios argentinos, lograron reproducir el instante posterior al Big Bang, la explosión que dio origen al cosmos...
“Es un experimento tremendamente valioso, que ha creado sin duda las condiciones próximas al origen del universo. Se trata de un acelerador de protones; núcleos de hidrógeno, el más ligero de todos los elementos químicos. Los protones, una vez despojados de los electrones que los rodean, pasan por un complejo laberinto de imanes que mientras aumentan su velocidad los dirigen hacia una gran pista de carreras, el inmenso anillo de 27 kilómetros de diámetro en donde son empujados por microondas hasta que su velocidad llega a más de 99,99 por ciento de la velocidad de la luz. Ese acelerador de partículas, llamado LHC (Gran Colisionador de Hadrones), hizo chocar dos haces de protones al triple fuerza que la marca anterior conocida”.
¿Usted cree en Dios?
“Soy un agnóstico con fuertes simpatías por el ateísmo. Lo que me frena para decir que soy un ateo completo es que fueron ateos los autores de los campos de concentración, de los gulag y de la Esma. Pero quiero decir que así sentí desde chico, que el estudio de la ciencia no influyó en esto y que mantengo una fuerte amistad con muchas personas religiosas”.
¿Cuál es su opinión sobre Einstein?
“Es probable que en algún momento los principios de Einstein pierdan vigencia, como ocurrió con Newton y otros grandes. Pero hasta ahora no ha ocurrido eso. Lo admiro, es uno de los mayores artistas pensadores que tuvo la humanidad. Quiero decir, sorprendentemente estético”.
¿Cómo ve al estudiantado universitario argentino, comparado con el de otros países?
“Ya le dije que nuestro sistema educativo está retrasado, fundamentalmente porque sigue siendo rígido y sobre todo en el nivel secundario. Rígido significa que todos los estudiantes están obligados a aprender lo mismo. En el sistema de los Estados Unidos, que tiene por cierto muchos defectos, dan la posibilidad de que un alumno escoja una rama de su preferencia. En nuestro caso no es así, pero ocurre que los estudiantes universitarios están muy motivados, pese a los defectos del sistema. Yo veo los alumnos de física o astronomía, siempre están más dispuestos. No pasa lo mismo con los alumnos de Brasil, trabajan menos. Aquí los chicos que reciben la beca del Conicet se las arreglan casi siempre y presentan la tesis en tiempo y forma. En otros países pueden tardar veinte años”.
¿Para qué sirve la Física?
La Física en principio no sirve para nada porque no tiene aplicación directa. De modo que sus beneficios son indirectos. Se trata de una ciencia natural, cuya mayor influencia se tradujo siempre en nuevas tecnologías. Hay un caso paradigmático, que es el de Thales de Mileto, uno de los máximos sabios y físicos de la antigüedad. Conocía mucho de meteorología y astronomía, de modo que predijo cómo sería la cosecha de aceitunas en Caldea donde vivía. Entonces durante el invierno compró todas las prensas de aceite y después las alquiló al llegar la época de la recolección. No le importó tanto haber cobrado una fortuna como demostrar el poder de la observación”.
¿Cuáles son las materias de estudio primordiales?
“Mi padre decía que había que aprender, fundamentalmente, tres materias: matemática, castellano y educación física. Las tres tienen una virtud sobresaliente: la de ejercitar la voluntad. Educan en la persistencia. Ellas son las fundamentales y el resto son el complemento”.
¿Cuál es el factor que explica la evolución positiva que se ha experimentado, según lo dice usted, en la Universidad de los últimos años?
“No tengo ninguna duda de que son las instituciones democráticas de la propia Universidad, recuperadas cuando el país también las recobró, las que están impulsando esa mejoría. Los graves deterioros que rigieron durante el período militar se han ido depurando, sin prisa pero sin pausa”.
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Con los hijos, ya son cuatro las generaciones de científicos que suman los Vucetich de La Plata, venidos de una lejana isla de Hvar, hoy Croacia, cuando nuestra ciudad recién salía de su fundación. Miles de jóvenes asistieron a sus cátedras. En su casa, Héctor Vucetich trabaja con libros o en las tesis juveniles. Cuando descansa escucha a Mozart, Bach, Beethoven y la música renacentista de Palestrina. Pero no se distrae nunca de las ciencias ni de preparar las clases que sigue dando en las carreras de postgrado.
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