Tuesday, 13 June 2017

El milagro croata - Velimir Radnic (segunda parte)


El milagro croata

El repentino surgimiento de una "nueva Nación"

Velimir Radnic, Buenos Aires
(segunda parte)

Confusiones lingüísticas

El siglo XIX, que ha producido "el despertar de las naciones", el sentimiento de pertenencia a una nación fue, al mismo tiempo, la época del predominio de la lingüística. La lengua común se consideraba no solamente el elemento esencial de la nacionalidad sino el creador de una nación. En este movimiento se destacaron especialmente los científicos y filósofos alemanes como Herder y sus seguidores. La temática "mundo germano", "mundo latino" o "mundo eslavo" se discutía en los círculos políticos y literarios y entre todas las clases sociales. Y mientras los dos primeros "mundos" se limitaban a hablar del origen cultural común, los pueblos de habla eslava -que en muchos casos fueron sometidos a otros pueblos y que no gozaban de libertad nacional- creyeron haber encontrado en su "origen eslavo" sostén y fortalecimiento político.

Un chiste, muy popular en su tiempo, elocuentemente describe esta búsqueda del sostén de un "hermano fuerte": cuando a un montenegrino le preguntan cuántos habitantes tiene su pequeña patria, él contesta: "Nosotros, los montenegrinos y los rusos, somos cien millones".

Al aplacarse un poco el furor de este período de búsqueda del "alma nacional" y del "espíritu del pueblo" -todo lo que se encontraría en la lengua- el filósofo e historiador francés Renan escribe: "Es erróneo ligar la nación como una entidad lingüística o étnica. Lo que forma una nación es el recuerdo colectivo que se mantiene y transmite con un esfuerzo común". Sin embargo pareció más fácil entender: "los franceses son aquella gente que habla francés" o "nosotros, los eslavos" que la tesis abstracta de Renan. Inclusive en América latina, donde es tan claro que existen varias naciones con el mismo idioma, el homenaje a la herencia cultural en la lengua española se llama el "día de la raza".

La identificación de lengua con nación fue particularmente perniciosa en el caso de Croacia. La semejanza entre el croata, el serbio y hasta el esloveno o búlgaro se tomó como una prueba irrefutable de que se trataba de la misma nación: eslavos del sur o yugoslavos. Las más destacadas figuras de la "Resurrección croata", al principio del siglo XIX, buscaron esta "hermandad". A veces solamente en el campo cultural, pero muchos se ilusionaban con una unidad muy concreta, la unidad política. La Academia de Ciencias y Artes en Zagreb recibió el nombre de "Academia yugoslava..." y muchos lingüístas croatas trataron de "ajustar" nuestro idioma para que sea lo más parecido y - con el tiempo- idéntico, al serbio. Fue una inconsciente búsqueda del sostén de un grupo más grande -eslavo- contra las aspiraciones del norte y del oeste: Italia, Austria, Hungría...

Elegir como idioma oficial el dialecto que se habla en Dubrovnik y en una parte de Herzegovina fue un hecho muy poco feliz. La gran mayoría del pueblo croata habla stokaviano o cakaviano con subdialecto ikaviano, pero se eligió la variante de Dubrovnik o sea el iekaviano[1].

Habiéndose elegido esta variante y con los ajustes que se iban incorporando se creó un nuevo idioma "serbo-croata", que encontró buena aceptación internacional ya que simplificaba la orientación dentro del "complicado mundo eslavo".

Es cierto que la elección del dialecto de Dubrovnik tiene cierta justificación por su nutrida y antigua literatura, pero el ikaviano tiene también una literatura de gran tradición con la ventaja que esta lengua se habla tanto en Dalmacia como en Bosnia y en la parte panónica de Croacia. De modo que la adopción del dialecto de Dubrovnik era, más bien, una manera de agrandar la "nación de los eslavos del sur" ya que el ikaviano no se habla en ninguna parte de Serbia.

Recordemos que en Croacia se habla un tercer dialecto: el kaikaviano, que usa la palabra "kai" para el "qué" español. Este dialecto se habla en la parte noroeste, incluyendo la capital, Zagreb. En realidad la "Resurrección croata" empezó en esta zona, donde los últimos siglos estaba también la sede del Sabor. Sin embargo los iniciadores del movimiento sacrificaron su propio dialecto (como los italianos del norte eligieron el toscano para la Italia unida) y extendieron sus brazos no solamente a todos los croatas, sino también a todos los "hermanos eslavos del sur". En esta extensión de los brazos evidentemente se les fue la mano, y se produjo una terrible confusión nacional e internacional. Fue necesario que se formara un Estado común con Serbia (1918) y que se produjeran sangrientos choques (desde el primer día de la existencia del Estado común) entre dos pueblos tan distintos por su historia y su cultura, para que finalmente quedara claro que tal "hermandad de eslavos del sur" era una ficción.

Además, a esta "unión eslava" le faltó una pata: Bulgaria. Los paneslavistas croatas del siglo XIX, al pensar en la unión con criterios lingüísticos, incluían, por supuesto, a ese país. Pero pudo más la oposición de Serbia, temerosa de que la inclusión de Bulgaria pusiera en peligro su dominación. Así, la unión se formó con un defecto de nacimiento.

No duró ni setenta años, de los cuales solamente los primeros diez se vivió una democracia, bastante defectuosa por cierto, que terminó con la masacre de los diputados croatas en el parlamento de Belgrado. Luego siguieron los años de la dictadura férrea del rey Alejandro, luego la Segunda Guerra Mundial y, finalmente, 46 años de dictadura comunista.

Yugoslavia fue definitivamente una creación basada en supuestos erróneos.

El país resquebrajado

Ya se mencionó que la invasión turca casi separa Croacia en dos partes: el sur adriático y el norte panónico. Conscientes de este peligro y de la imposibilidad que un país relativamente pequeño se defendiera solo de un imperio poderoso como lo fue el otomano, los señores feudales croatas y los demás nobles con derecho de participar en Sabor, reunidos en la ciudad de Cetine, eligieron a Fernando Habsburgo como rey de Croacia, el 1 de enero de 1527.

La nobleza croata de Eslavonia, como también los húngaros, todavía pensaban que hubiera sido más conveniente elegir un poderoso señor feudal de Transilvania, Ivan Zapola, de origen croata, quien había tratado de encontrar un arreglo con el Sultán. Finalmente prevaleció la fidelidad hacia el Occidente y a la fe cristiana, de modo que toda la nobleza reconoció a Fernando. Años más tarde llegaría a ser el emperador de Occidente, el más prestigioso y poderoso monarca de Europa.

A pesar de la unión de Croacia con un imperio tan poderoso, las luchas contra los turcos continuaban: incursiones diarias al territorio croata, ciudades y aldeas quemadas, gente llevada en columnas hacia la esclavitud. Estas terribles luchas duraron desde la caída del Reino de Bosnia (1463) hasta el principio del siglo XVIII cuando -después de la exitosa campaña del príncipe Eugenio de Saboya- empezaron a respetarse, aunque a medias, las fronteras convenidas en varios tratados de paz. Estas fronteras eran similares a las que actualmente Croacia tiene con Bosnia, de manera que no se recuperó nada de la "Croacia turca".

Además, desde el año 1409, la mayor parte de la costa adriática pertenecía a Venecia como resultado de la "venta" de algunas ciudades de Dalmacia por parte de un rey nominal de Croacia y Hungría. Al ver que no llegaría a gobernar, Ladislao de Nápoles (de la dinastía Anjou), aprovechó su coronación para sacar alguna utilidad. Si bien la "venta" incluía algunas pocas ciudades (Zadar, Novigrad, Vrana e isla de Pag) a los venecianos les sirvió para extender, con el tiempo, su dominio sobre toda la costa oriental del Mar Adriático, excepto la ciudad y las posesiones de Dubrovnik.

Puesto que la "venta" coincidió con la invasión turca -algunos reinos y ducados balcánicos ya habían sido aplastados- los croatas no estaban en condiciones de echar de sus tierras a los venecianos. De esta manera la mayor parte de Dalmacia estuvo bajo la jurisdicción del dux de la ciudad de los canales casi 400 años, hasta la conquista de Venecia por parte de Napoleón. Esto fue la consecuencia, terrible pero inevitable, de los dos factores mencionados: la geografía de Croacia y la invasión turca.

Hoy día nos horrorizamos al leer acerca de la venta de parte del territorio nacional. Pero en aquella época los soberanos consideraban que los reinos eran su posesión personal. Además, es necesario recordar que, al no existir el sentimiento nacional, la población de Dalmacia tampoco lo sentía como una ocupación extranjera en el sentido actual. Las posesiones y las funciones administrativas que otorgaba Venecia se aprovechaban económicamente, pero nadie trataba de "venecianizar" o "italianizar" al pueblo. No hay que olvidar tampoco que una gran parte de la nobleza croata mantuvo sus posesiones. La italianización de apellidos de algunas familias croatas, la hacían ellos mismos por conveniencia: los que participaban en la vida cultural o comercial tuvieron que simplificar los apellidos de difícil pronunciación para los venecianos.

Comparando la situación terrible de sus hermanos en Bosnia y en la misma Croacia libre, los croatas de Dalmacia han podido vivir en paz. No se sentían oprimidos sino, más bien, protegidos por los astutos comerciantes que gobernaban a Venecia. En realidad, las tropas croatas de Dalmacia participaban con gran valor y entusiasmo en las batallas que Venecia, de vez en cuando, se veía obligada a librar contra los turcos.

Por otro lado, los lazos políticos con un estado de cultura italiana, han contribuido a un intenso intercambio cultural con toda Italia. Esto, indudablemente, favoreció el nivel cultural de la población; aunque, en cierto sentido, alejaba a los croatas de Dalmacia de sus hermanos de Bosnia y del Croacia del norte. Agreguemos que, una vez unidos, la experiencia dálmata representó un enriquecimiento notable para la cultura croata en su totalidad.

Sin embargo, al recuperar a Dalmacia, después de la caída de Napoleón, los Habsburgo, que eran reyes elegidos de Croacia, se negaron a unirlas nuevamente con el norte. En consecuencia, al Sabor en Zagreb no tuvo ingerencia oficial en los asuntos de Dalmacia. Pero, a no dudar, los lazos personales y culturales no tardaron en establecerse, como también a manifestarse en ambas partes el deseo de una pronta unión política.

El mismo destino (caer bajo la jurisdicción directa de Viena en lugar del Sabor croata) corrió la península de Istria, mientras que Medjimurje, una pequeña provincia al norte de Zagreb, era gobernada por Budapest.

No nos puede sorprender que, al ver a su Croacia resquebrajada en tantas entidades políticas y zonas culturales, muchos patriotas, llegada la época del nacionalismo, pensaron que la fortalecerían bajo la bandera "eslava" y "yugoslava".

El milagro croata - Velimir Radnic (primera parte)
El milagro croata - Velimir Radnic (segunda parte)
El milagro croata - Velimir Radnic (tercera parte)
El milagro croata - Velimir Radnic (cuarta y última parte)



[1] Los términos derivan de la palabra sto en uno y ca en el otro dialecto, para el "qué" español. Los subdialectos se distinguen por la vocal jat del eslavo antiguo. Hoy unos lo convirtieron en "i" (ikaviano) y otros en "ije" (iekaviano). La palabra "niño" en el primero se dice dite y en el segundo dijete, además de otras diferencias gramaticales y estilísticas 

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