Tuesday, 13 June 2017

El milagro croata - Velimir Radnic (primera parte)


El milagro croata

El repentino surgimiento de una "nueva Nación"

Velimir Radnic, Buenos Aires
(primera parte)

Desde el inicio de la guerra por la independencia en 1990, Croacia sorprendió a mis amigos y parientes argentinos por la intensidad de su patriotismo, por la aceptación de cualquier sacrificio -incluyendo el de la vida de sus hijos- en una lucha desigual en cuanto al armamento y entrenamiento militar. Los civiles, con revólveres y escopetas de caza, defendían Vukovar durante largos meses mientras que Dubrovnik -al principio en la misma situación- se pudo defender con éxito gracias a la ayuda militar de los croatas de Herzegovina y al apoyo moral de todo el mundo civilizado.

Lo más asombroso fue la idéntica respuesta y el idéntico afán patriótico que demostraron dos lugares tan alejados entre sí. El mapa de la actual República de Croacia, y su inusual forma de herradura, muestra que Vukovar está en el extremo norte y Dubrovnik en el extremo sur. La comunicación terrestre dentro de la República insume más de 1.000 km. o sea, una distancia considerable para Europa y, especialmente, para la pequeña Croacia.

¿De dónde surgió este valor? ¿A qué se debe el repentino e inesperado surgimiento de la Nación croata de cuya mera existencia el gran público no tenía la menor idea? Sobre todo después de que la multiétnica Monarquía de Viena se derrumbó (1918) y el término "yugoslavo" se pudo tan cómodamente aplicar a la mayoría de estos pueblos "balcánicos".

Yo traté de explicar, con mis imperfectos conocimientos de historia y sociología, antes de todo, "las causas" de un considerable atraso en la afirmación internacional de Croacia como también "los factores que finalmente prevalecieron" y llevaron al éxito.

Lo que sigue es el resultado de mis esfuerzos. Ojalá sean útiles a los lectores como, creo, lo fueron mis explicaciones verbales.

La adversidad geográfica

Las altas montañas que separan la parte sur (Dalmacia) de la parte norte (Panonia) representaban un obstáculo enorme para la unidad de Croacia. La técnica moderna mejoró mucho la comunicación, pero en los tiempos antiguos estas montañas obstruían seriamente la homogeneidad y el establecimiento de un poder central, elementos esenciales para la formación de una nación. Al respecto hay que recordar que desde la llegada de los croatas a su patria actual habían pasado casi tres siglos hasta que su primer rey, Tomislav, pudiera, recién en 925, formar un estado unificado desde el Mar Adriático hasta las llanuras panónicas.

Este obstáculo geográfico y la dificultosa comunicación tuvieron como resultado la formación de distintas mentalidades: los hombres de la llanura del norte, de las montañas dináricas o de la costa adriática tienen distintos temperamentos y distintos comportamientos. Algunos sociólogos explican estas diferencias basándose en los trabajos que predominan en aquellas zonas: los agricultores del norte, los pastores de las montañas y los pescadores o marineros del sur son necesariamente diferentes entre sí. Pero a mí me parece que las tres zonas se distinguen todavía más por haber pertenecido a tres círculos culturales distintos: la cultura mediterránea en el sur, la de Europa Central en el norte y la islámica, dominante en los valles y montañas de Bosnia, sin la posibilidad de influenciarse entre ellos por la adversidad geográfica.

Para apreciar la enorme dificultad que representa para una nación la existencia de una cadena de altas montañas en el medio de un país, imaginémonos que en América del Sur se hubiera formado un estado que abarcara, digamos, 1.000 km del Pacífico y que, luego, atravesara los Andes para extenderse hasta el Atlántico. ¿Por cuánto tiempo una nación así podría mantener su unidad? Por supuesto, los Alpes dináricos no tienen la altura de los Andes, pero la comunicación entre las dos partes fue siempre igualmente penosa.

¿Qué es Balkán?

Este término (que en turco simplemente significa "montaña") tiene dos connotaciones: una, geográfica y otra, político-cultural. La primera se refiere a la península del sureste europeo, cuya frontera al norte es el Danubio desde el Mar Negro hasta el río Sava y siguiendo este río hasta la desembocadura del río Drina. Ahí empieza la frontera occidental de la península siguiendo el curso de este río, luego de su afluente Piva, y finalmente su proyección hasta el Mar Adriático. El mismo río Drina ya fue elegido en el año 395 por el emperador Teodosio como el límite entre el Imperio Romano del Oeste y el de Oriente, ya que con sus quebradas representa una frontera natural bien definida.

Mucho más difícil es localizar el territorio o los países que se pueden considerar balcánicos por la connotación político-cultural. Creo que en este sentido el término hay que aplicar a los países que -herederos de Bizancio y de religión cristiano-ortodoxa- por muchos siglos formaban parte del Imperio Otomano y no participaron de la común experiencia histórico-cultural de Europa Occidental. De esta manera se ensanchan los límites geográficos del Balkán incluyendo la actual Rumania como también el territorio de la actual República de Bosnia y Herzegovina. Creo que hay que incluir a esta última república, aunque su territorio no perteneció al Imperio Romano de Oriente que llegaba hasta el río Drina.

En realidad la posición de Bosnia en este sentido es muy particular. La ocupación otomana le ha dejado una impronta muy oriental ya que más de 40% de su población es de religión musulmana. Por otro lado, más de 30% es de la religión cristiano- ortodoxa que, por supuesto, se siente atraída hacia los países de herencia bizantina y religión ortodoxa. Por último los católicos que hoy en día no llegan ni al 20% de la población, apenas podían tener algunas noticias -por medio de sus sacrificados frailes franciscanos- de las ideas que se debatían en el Occidente. No pudieron participar activamente en las experiencias culturales de Europa Occidental. Así, que, teniendo en cuenta estas particularidades, creo que hay que incluir dentro del Balkán al territorio de Bosnia y Herzegovina.

De todas maneras, de las descripciones precedentes se infiere que "la actual República de Croacia no pertenece al Balkán ni en el sentido geográfico ni en el político- cultural". Respecto a esta última afirmación hay que recordar que, aun dentro de la desesperada lucha por supervivencia, Croacia participaba en todos los grandes movimientos filosóficos y culturales que formaron el mundo europeo tal como lo conocemos hoy: el Humanismo y el Renacimiento, la Reforma y la Contrarreforma, la Ilustración (Iluminación) y luego la Revolución Francesa o, más bien, las ideas políticas que la precedieron y que fueron plasmadas en la Constitución de la joven república norteamericana.

Todo esto fue ajeno a los pueblos que vivían aislados dentro del Imperio Otomano desde el siglo XIV y que no hicieron la experiencia histórico-cultural del resto de Europa.

En cuanto a la frontera entre el Europa Occidental y el Balkán, a veces se nos presenta delante de los ojos una línea de cierto carácter místico: apenas restablecida la antigua frontera del río Drina (en 1908 Bosnia fue incorporada a la Monarquía habsburga) los croatas hicieron un esfuerzo cultural extraordinario para fijarla: un premio Nobel, el profesor Ruzicka, nació en Vukovar; otro, el profesor Prelog, en Sarajevo. Los dos, junto con el prominente científico Rudjer Boskovic de Dubrovnik, testimonian la pertenencia de Croacia al Occidente. Boskovic no recibió el Nobel, que no existía en el siglo XVIII, pero sus trabajos en la física, inclusive nuclear, lo pone al frente de la ciencia de su época. Finalmente, el premio Nobel de literatura, el croata Ivo Andric, es también de Bosnia.

Es interesante observarlo pero no creo que hay que dar a esta coincidencia un significado exagerado y hablar de una mística frontera cultural de Croacia.

La invasión turca y sus consecuencias

Esta invasión fue la que más impidió que Croacia pudiera conformarse como una nación-estado moderna. O sea pasar de la época feudal, evolucionando hacia una nación independiente al igual que la mayoría de los actuales estados europeos.

Por la inserción de la cultura y el poder político de un imperio de religión islámica en el mismo corazón de Croacia, nuestra patria no pudo vivir un desarrollo armónico. Varios desastres históricos que sufrieron también otras naciones europeas, no se pueden comparar con las trágicas consecuencias de la invasión turca. Esto lo refleja la forma de herradura de Croacia. En el mismo centro de su territorio se instaló, durante 400 años, un imperio de cultura, costumbres y religión completamente distintas. Una gran parte de la población del medieval Reino de Bosnia se pasó al islamismo junto con sus señores feudales, quienes luego participaron en los ataques al territorio croata cristiano. Durante mucho tiempo las fronteras del viejo Reino de Croacia y el Imperio Otomano no fueron fijas. Las interminables luchas e incursiones bélicas han producido el despoblamiento de gran parte de la actual Eslavonia y de la mayor parte de Croacia oriental entre las montañas dináricas y el río Sava. Esta región llegó a llamarse "Croacia turca", hoy día, Bosnia occidental.

Al aflojar el ímpetu invasor otomano y al estabilizarse un poco las fronteras, al principio del siglo XVIII los viejos propietarios croatas, como también las autoridades militares austro-croatas (el Sabor eligió en 1527 a los Habsburgo para su reyes, confiando en que les ayudarían en la lucha contra los infieles) invitaron a inmigrar a estas tierras a pueblos de varios orígenes: suabos (alemanes), checos, eslovacos, austríacos, etc.

Una parte importante de esta inmigración la constituían los valacos de religión ortodoxa. Su origen data de los tiempos de los romanos, pero, siendo una minoría en el ambiente de habla eslava, pronto aprendieron a hablar croata. En Croacia vivían como pastores en las montañas, ya que las tierras fértiles pertenecieron a los nuevos dueños del país, pero en el otro lado del Danubio, al norte de Bulgaria llegaron a formar su Estado, a veces independiente, a veces vasallo del Sultán. Se trata de Valaquia, que hoy es la parte de Rumania donde preservaron su idioma basado en el latín.

Hay también muchos valacos en Serbia que, cuando viven en las ciudades los llaman "cínzaros". Pero siendo de la misma religión ortodoxa y habiendo pasado la misma experiencia histórica bajo el Imperio Otomano no se distinguen mucho de los serbios. Aunque de vez en cuando, por su agresividad y habilidad comercial, provocan quejas en la población serbia ("los cínzaros nos están dominando").

Ahora, en la parte despoblada de Croacia, a cambio de un prolongado servicio militar, a ellos se les concedieron tierras buenas, mayormente a lo largo de la frontera con Bosnia. Sus acciones bélicas los hicieron conocidos en muchos países europeos: los Habsburgo a menudo los empleaban en sus guerras inter-europeas. Puesto que venían del Reino de Croacia fueron conocidos como croatas, pero su conducta salvaje muchas veces desprestigió el nombre de Croacia.

Un proceso similar ocurrió en la vecina Bosnia, especialmente en la "Croacia turca", que fue la más devastada. Las autoridades turcas también necesitaban mano de obra para las tierras, y hombres para el servicio militar auxiliar. Como escaseaba la población católica y no alcanzaba la que se convirtió al islam, recurrieron, ellos también, a los pastores sin tierra que vivían en montañas bajo la influencia de sus popes ortodoxos, que muchas veces les ayudaron a recibir mejores condiciones al mudarse a los valles y las llanuras.

De esta manera a los dos lados de la frontera croata-bosnia apareció una población nueva de religión ortodoxa que se multiplicaba a un ritmo mucho mayor en condiciones de vida más favorables. Si bien ya desde el principio chocaron con sus vecinos debido a la rudeza propia de los pastores, hasta la mitad del siglo XIX no hubo mayores problemas. Especialmente no en la parte turca, cuyas autoridades los miraban con benevolencia. Se suponían más fáciles de controlar políticamente ya que sus iglesias estaban enteramente en el territorio del Imperio Otomano. Los patriarcas griegos, búlgaros y serbios vivían en territorio turco. A veces fueron utilizados hasta para fines administrativos del Imperio. Por ejemplo a los "fanariotas" (los griegos de Estambul) le fue confiado, incluso, el gobierno de la actual Rumania.

Por otro lado los católicos fueron siempre sospechosos, ya que su autoridad suprema, el Papa en Roma, instigaba todo el tiempo a los gobiernos cristianos a luchar contra los infieles. En esta situación difícil había aldeas católicas que, para el servicio espiritual, tenían que llamar a los sacerdotes ortodoxos y paulatinamente se pasaron a esta religión. Así, por la alta natalidad y por las conversiones, la población ortodoxa llegó a representar el 34% de la población de Bosnia y el 11,6% de Croacia.

Tampoco en Croacia hubo problemas serios con los valacos, hasta que, con la decadencia del Imperio Otomano, Serbia -como todos los demás países balcánicos- se fortaleció, consiguió cierta autonomía a mediados del siglo XIX y finalmente le fue otorgada la independencia en el Congreso de Berlín (1878). En este proceso comenzó el sueño de la resurrección del antiguo "imperio del zar Dusan", inclusive ensanchando sus posesiones hacia el oeste, ya que los turcos lograron cruzar el Drina, apoderarse de Bosnia y establecer una nueva línea este-oeste en el río Una, frontera de la disminuida Croacia.

Con esta visión en la mente, los popes comenzaron a convencer a todos los ortodoxos de Croacia (y de Bosnia) de que ellos eran "en realidad" serbios. Al mismo tiempo el gobierno de Serbia enviaba sus agentes con la misma misión. De esta manera, a fines del siglo XIX, los ortodoxos se convirtieron en la "Quinta columna" dentro de Croacia, pactando con todos sus enemigos y llegando a ser el escollo más traicionero para que Croacia realizara y afirmara su independencia.

El desplazamiento de la población y la creación de un pueblo enemigo en el mismo corazón de Croacia fueron las consecuencias más nefastas de la invasión turca.


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