Monday, 28 April 2014

05 Bosnia y Herzegovina y la Primera Guerra Mundial

Aportes al esclarecimiento del origen de la Primera Guerra Mundial

Studia Croatica - Edición Especial
Buenos Aires, 1965
Ivo Bogdan - La cuestión de Bosnia y la Primera Guerra Mundial



III. "NACERTANIE" O LAS AMBICIONES IMPERIALES SERVIAS

Quien se aboca al estudio del problema sureslavo topa indefectiblemente con el término "granserbio". A primera vista ese término no llama mucho la atención, pues el adjetivo "grande" aparece con frecuencia junto con el vocablo "nación" en el sureste europeo. En la literatura política son casi familiares las palabras Gran Hungría, Gran Rumania, Gran Bulgaria, Gran Serbia y también Gran Croacia.
Todos esos adjetivos reflejan el anhelo de que todos los integrantes de dichos pueblos estén reunidos en su respectivo Estado nacional, alcanzando su máxima extensión. Esas aspiraciones son consustanciales con los movimientos nacionales, aunque el epíteto "grande" pueda provocar en cierto sentido la sospecha de que la "grandeza" nacional quiere alcanzarse abarcando a demasiados integrantes de las minorías nacionales en las zonas contenciosas. En general, tales epítetos se consideran como imitación del mal ejemplo de las grandes potencias.

1. El fenómeno del granservismo

Si tal fuera el caso serbio, no habría que ocuparse del término "granserbio". Pero los serbios tanto se extralimitaron en ese sentido chocando casi con todos sus vecinos de manera que el granservismo es la causa principal de los conflictos balcánicos.
Y así debe ser, pues Serbia no tiende a incorporar las zonas periféricas étnicamente mixtas sino a absorber a Croacia entera (incluso Bosnia-Herzegovina), Montenegro, así como la gran parte de Albania. Macedonia y Bulgaria, recurriendo a métodos violentos del poder estatal y a la ayuda de la Iglesia nacional serbia.
El fondo real e histórico de este absurdo imperialismo enano reside en la ubicación geográfica de Serbia en la parte central de la Península balcánica, en la similitud idiomática de los sureslavos y en las tradiciones del imperio serbio medieval, efímero por cierto, y obra de un gobernante emprendedor y ambicioso, encandilado con el esplendor y prestigio del Imperio bizantino.
Los serbios se emanciparon relativamente tarde de la autoridad de los emperadores bizantinos. Ubicados en los Balcanes centrales, sufrieron la presión de Bizancio menos que los búlgaros, pero mucho más que los croatas, cuyo país, situado entre el Adriático y el Danubio, perteneció ya durante Carlomagno, en virtud de la paz de Aquisgrán (813), a la esfera de influencia franca, vale decir de la Europa occidental. Recién en la época del Imperio latino de Bizancio, los serbios, apoyados por el Papa, quien mandó la corona a su primer rey, establecieron su monarquía nacional y, lo que acaso es más importante, la Iglesia nacional serbia. A principios del siglo XIV la dinastía serbia se sentía ya tan poderosa que el rey Esteban Dusan el Poderoso se proclamó "emperador y autócrata de los serbios, griegos y búlgaros" (1345) y designó patriarca al metropolitano serbio. Dusan, anatematizado por eso por el Patriarca ecuménico, intentó conquistar a Constantinopla, la "Segunda Roma", esperando imponer la dirección serbia en lugar de la griego-bizantina. Murió en la plenitud de sus fuerzas y su imperio muy pronto se desintegró no contando Serbia con la fuerza real. Durante la invasión turca, los serbios, igual que Bizancio, estaban ante esta disyuntiva: colaborar con el Occidente cristiano reconociendo al papa como supremo jefe de la Cristiandad o aceptar la supremacía turca. Obraron como los griegos bizantinos que prefirieron "el turbante del Profeta al capelo cardenalicio".
El intento del gobernante de los pastores serbios, -que Nicéforo Grégoras comparó con monos[1]- de ceñir la corona de los emperadores de la Segunda Roma, coincide con la decadencia del Imperio romano de Oriente. Desde el momento en que el Imperio bizantino recibió la impronta nacional griega, también otros pueblos del ámbito de la cultura bizantina consideraron de su derecho luchar por la conducción del Imperio. Así hay dos períodos del Imperio búlgaro y es conocida la concepción de que Moscú ha de ser la Tercera Roma. Hasta los turcos osmanlíes, haciéndose fuertes en Anatolia, suelo clásico de Bizancio, llegaron a considerarse herederos políticos de Nueva Roma, de modo que pueblos del Próximo Oriente consideraron como romanos (rumi) a los turcos.

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