EL PAPEL HISTÓRICO DEL OBISPO CROATA JOSE J. STROSSMAYER EN EL PRIMER CONCILIO VATICANO (1869 - 1870)
IVAN TOMAS
SI KANT recalcó una vez que los historiadores e intérpretes de un filósofo a menudo pueden entender mejor que él mismo las ideas expuestas por aquél. ¿qué deberíamos decir en cuanto a la comprensión de los acontecimientos históricos en general y, especialmente, de los que atañen a la vida eclesiástica? Todos vivimos en el clima del Concilio Vaticano II; por todas partes, dentro de la Iglesia, observamos novedades y cambios que unos quince años atrás ni hubiéramos podido siquiera vislumbrar. Desde ahora podemos afirmar que el Concilio Vaticano II es el acontecimiento más importante de la vida de la Iglesia en este siglo, como lo fue el Concilio Vaticano I en la centuria pasada. En cuanto a este último, un conocedor muy destacado de la doctrina eclesiástica y del desarrollo del pensamiento teológico lamenta que tan sólo pudiera definir el Capítulo relativo al Papa y la doctrina que elevó al rango de dogma infalibilidad, a causa de las circunstancias trágicas ocurridas en julio de 1870; pero destaca los méritos de aquél para el desarrollo ulterior del pensamiento teológico acerca de la Iglesia[1].
El poderoso desarrollo de los medios actuales de comunicación es la razón de que ya tengamos una literatura más abundante relativa al II Concilio Vaticano que la que se ocupa del I. En esta última, a menudo unilateral, se atribuyen a ciertos de sus participantes y se les siguen atribuyendo hasta hoy algunas actitudes y posiciones interpretadas erróneamente. Sólo a la luz del Concilio Vaticano II se empieza a entender mejor la función opositora de algunos miembros del Vaticano I.
De lo dicho se desprende que 100 años en la historia de la Iglesia es, a la vez, un período largo, pero también corto : largo, porque nadie pudo participar en los trabajos de ambos Concilios; corto, porque sentimos que el primero era únicamente breve introducción y preparación para este que abrió Juan XXIII en 1962 y que continuó y concluyó Paulo VI en 1963.
Entre los que no fueron bien comprendidos en el Concilio Vaticano I, pero a los cuales el Vaticano II otorgó un reconocimiento bien visible, se halla el croata José Jorge Strossmayer (1815-1905), quien en 1849 fue nombrado obispo de Diakovo, donde permaneció hasta su muerte acaecida en el ya apuntado año.
Por fallecimiento del arzobispo de Zagreb, cardenal Jorge Haulik ocurrido algunos meses antes de la convocatoria de aquel Concilio (1869), metropolitano de Strossmayer y por la desmembración del pueblo croata por aquella 'época en varias regiones políticas: la parte austríaca y la húngara de la Monarquía de los Habsburgo, así también la turca, ya que los turcos tuvieron en su poder las dos provincias croatas Bosnia y Herzegovina hasta 1878 [2], los obispos croatas se hallaban en el Concilio Vaticano I divididos en varios grupos, sin poder mostrar la unidad ni el sentido que ofrecieron en el Vaticano II.
Strossmayer era el más representativo entre los obispos croatas en aquel Concilio. Su talento natural, su amplia cultura y erudición en el campo de las disciplinas eclesiásticas y en las profanas, su celo religioso, su patriotismo, la serie de empresas eclesiásticas y culturales que había acometido con éxito, así como el renombre y el honor de que, gracias a ello, gozaba entre el gran público internacional, le hacían acreedor a este prestigio. Desgraciadamente, ni la literatura contemporánea ni la posterior presentaron siempre con exactitud a Strossmayer, ni a su diócesis, desfigurando igualmente el papel que desempeñó este dinámico obispo croata. Mencionaremos aquí, como ejemplo, al más conocido historiador del Concilio Vaticano I, el jesuita alemán Theodor Grandarath. Este autor enumera a Strossmayer entre los obispos "húngaros", a pesar de que sabía que era croata, anotándolo en las citas al pie del texto del II y III tomo de su Historia del I Concilio Vaticano [3]3.
Para mostrar gráficamente como se atribuyen a Strossmayer todavía hoy las inexactitudes divulgadas con anterioridad, citaremos a uno de los mejores historiadores de los concilios de Ia Iglesia, al alemán Mons. Huberto Jedin. Escribe éste también en la página 560 del II volumen de una de sus obras lo siguiente: "El adversario más temperamental de la infalibilidad..., el obispo Strossmayer de Diakovar de Bosnia" [4]. Ello a pesar de que "Diakovar" tampoco se denominaba así oficialmente la sede del obispo en el siglo XIX, sin mencionar el nuestro, en que Djakovo tiene su denominación croata internacionalmente reconocida. Esa ciudad nunca perteneció a Bosnia, aun cuando por cierto lapso, los obispos de esa región tenían su sede en Djakovo y el obispo de esta ciudad lleva en su título, aún hoy, el recuerdo de aquel lejano pasado, cuando los asuntos de Bosnia eran objeto de las preocupaciones de Djakovo.
Ver artículo completo en: http://www.studiacroatica.org/revistas/032/03204.htm
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