Saturday, 31 March 2012

Los croatas en defensa de su idioma nacional

Los croatas en defensa de su idioma nacional

Ivo Bogdan, Buenos Aires
Studia Croatica, Año VIII, Buenos Aires, 1967, N° 24-27

I. El planteo del problema
Lo ocurrido en marzo de 1967 a raíz de la "Declaración sobre la denominación y la situación del idioma literario croata", firmada por 18 instituciones literarias y científicas representativas croatas, suscitó gran sorpresa entre los observadores extranjeros, sorpresa mayor que la causada un año antes con motivo de la destitución de Alejandro Rankovic, jefe de la policía política, cabeza visible del grupo chovinista granserbio que preparaba la "sukarnización" de Tito. Ya entonces se mostró que incluso en el régimen comunista, que se atribuía notables éxitos en la solución de los conflictos nacionales, crónicos dentro del estado plurinacional yugoslavo, todavía se practica en alto grado la discriminación nacional en el espíritu granserbio y en el estilo de la Yugoslavia de la preguerra y su dictadura del ejército y la dinastía serbios. Sin embargo, la referida Declaración que reivindica el derecho de los croatas a su propio idioma literario y la violenta reacción que provocó en los círculos oficiales evidenciaron que el problema es mucho más hondo y que la Yugoslavia comunista aun después de la caída de Rankovic actúa en función de Gran Serbia. Vale decir que están equivocados los observadores extranjeros que justificaban la imposición violeta del régimen comunista como un método lamentable, pero eficaz de la solución de los problemas nacionales en el conglomerado yugoslavo, heterogéneo en lo nacional y lo cultural. Pues muchos autores no comunistas presentaban al régimen comunista imperante en Yugoslavia como antípoda a los gobiernos granserbios de la preguerra, cuando la oligarquía serbia bajo el cetro dinástico mantenía abiertamente el sistema de la opresión nacional y la explotación económica. El régimen de Tito fue presentado como una necesidad histórica, como la solución de los conflictos nacionales que entre las dos guerras mundiales fueron causa de crisis permanente, en 1941 culminada con la rendición militar y la desintegración del Reino de Yugoslavia y, durante la lucha, con una sangrienta secuela de la guerra nacional y la exterminación mutua sobre los croatas y serbios.
Los que conocen bien la situación nunca pudieron aceptar una imagen tan simplista y, por lo demás, muy poco democrática de la realidad yugoslava. Los sucesos relativos a la Declaración les dieron la razón.
La dictadura, sea monárquica, sea comunista, no es ni puede ser el método adecuado para la solución de los intrincados conflictos nacionales en el convulsionado sureste europeo en general y en Yugoslavia en particular. No obstante todas las reservas, muchas veces justificadas, en cuanto a la posibilidad de las prácticas democráticas en ciertas zonas, donde los gobiernos autócratas son la expresión de la tradición local, hondamente enraizada; no obstante todas las reservas respecto al derecho a la autodeterminación nacional que, por cierto, no puede ser la panacea para todas las calamidades de esa área tan turbulenta, es evidente que los conflictos latentes entre los pueblos de un Estado típicamente plurinacional y culturalmente heterogéneo como Yugoslavia no pueden solucionarse con los métodos de un domador que usa el látigo para amansar a sus víctimas enjauladas. Mucho más se acercó a la verdad el presidente F. D. Roosevelt cuando en sus deliberaciones con sir Anthony Eden en 1943, sobre arreglo posbélico de Europa, expresó "su repetida opinión de que los croatas y serbios no tienen nada en común, por lo que es ridículo empeñarse en que dos pueblos tan antagónicos hayan de vivir bajo un solo gobierno" y que la solución del conflicto serbio-croata lo consideraba uno de los dos "muy esenciales problemas de Europa" [1]. Los Aliados occidentales en lugar de obrar en concordancia con las deducciones de Roosevelt, en la última fase de la guerra bajo la presión de Stalin, dieron crédito a las promesas de los guerrilleros comunistas yugoslavos en el sentido de que, aplicando la fórmula federalista, resolverían el problema de los conflictos nacionales en la Yugoslavia "liberada" y restaurada.
No cuadra aquí examinar si los Aliados occidentales en efecto han sido forzados avenirse a la solución comunista. Aquí nos interesa en primer lugar establecer que la fórmula comunista fue aceptada con ligereza por un sector de los observadores extranjeros y que muchos siguen perseverando en su error. Por ello, en la abundante literatura internacional sobre Yugoslavia, particularmente en torno al conflicto Stalin-Tito y sus implicaciones, en la mayoría de los casos hay grandes vacíos, incluso contradicciones.
Así se habla con ligereza del "titoísmo" como del fenómeno del "comunismo nacional", sin tomar en cuenta que Yugoslavia es un Estado plurinacional y nacional, creado y mantenido por la fuerza y contra la voluntad de la gran mayoría de sus desafortunados súbditos, pues se practica la discriminación nacional a favor de Serbia y en perjuicio de Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y nutridas minorías nacionales, como ser húngara (Voivodina) y albanesa (Kosmet)[2], y que el problema de la opresión nacional en la Yugoslavia comunista es tan agudo como el problema de las libertades individuales y políticas.
Entre las paradojas y contradicciones del tan poco conocido Sureste Europeo, en primer lugar figura el fenómeno que, como prototipo del comunismo nacional, es exhibida precisamente la dictadura comunista que difiere de las demás justamente porque practica la política de la opresión nacional y a la explotación económica en favor de un solo pueblo y en detrimento de los demás que constituyen notable mayoría. Los observadores foráneos que se ocupan de los problemas del "titoísmo" pueden valorizarlos correctamente sólo si no se olvidan que muchas de las medidas de este régimen están determinadas por los intereses encontrados entre los pueblos de Yugoslavia, de los que -cabe recordarlo- Roosevelt dijo no tener nada en común sino más bien ser antagónicos (a causa de su tradición cultural y política).

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