Nacidos bajo el cielo de Zadar
“Quedate no te vayas por favor, le imploraba. “-No te vayas que afuera está lloviendo y hace frío”.Hrvoje le pedía quedarse, que lo mirara una
vez más, que no le suelte la mano, que siga sosteniendo su peso, su piel, que
le sostenga la mirada, y que afuera no había nada que
buscar.
-Por favor, detente un segundo y
mírame a los ojos y decime que no te vas- Hrvoje insistía, que Marija se quede en ese lugar. Ellos están
en una casa de refugio, eran tiempos de guerra, no había tiempo de sembrar
raíces cuando, la muerte acechaba y el hambre obligaba a partir. Ellos tenían
que hablar, descifrar enigmas, contarlo todo, sellar uniones, convertir el
deseo en oro, buscar anhelos, tener hijos, trazar coincidencias, interpelar
futuros y movilizar vidas. Nada de eso iba a pasar si ella partía.
Marija lo pensó un largo rato, hizo silencio, en su mente
pasaban las necesidades de partir hacia un mundo mejor, donde su familia le
había prometido cambios en otro continente, otras tierras, y entonces ella
debía dejar a la persona con la que se había ilusionado y se había enamorado.
Buscó la mirada de Hrvoje , y sin mediar palabra, con sólo esbozar sus últimas
intenciones en una mirada, salió del refugio, dejando una carta de despedida.
Las palabras se desdibujaron, no hubo sintagma que pudiera describir tanta
tristeza.
Cruzó el umbral de la puerta, cruzó de calle, se dio vuelta
para buscar la última mirada de Hrvoje, la impenetrable y rasgada mirada de su
amor. Llovía y hacía frío, en ese momento Marija sintió el abandono y el
desamparo de una niña, de una joven, huérfana, desolada, ya sin el horizonte
cálido y el sostén que le daba su amor. Partió y desapareció en pocos minutos
como si el destino quisiera borrar los encuentros y destejer las historias. A
partir de ahí Hrvoje quedó solo,
invadido por una enorme tristeza. Sus ojos ya no enviaban destellos en las
noches ni alegría de sol.
Pasaron los años, y se cruzaron lunas, soles, estrellas y
cayeron muros, la vida tenía otro movimiento, se ganaron guerras y se
conquistaron tierras, se identificaron religiones, se dibujaron banderas. Se
vivieron historias de amor, de muerte y desengaños.
En el cielo de Zadar, pasaban cosas, y todo era un giro de
historias que se entremezclaban con relojes de arena, y lunas persas que
dejaban sentencias a su paso. Todo, todo se cambiaba como rompecabezas.
Hrvoje seguía en algún punto de su alma, aferrado a lo que
pudo ser y no fue con Marija, el gran amor de su vida.
Un día, ya mayor él caminaba cerca de la iglesia de San
Donato. Mientras observaba la belleza de aquella iglesia, recordaba los
momentos brillantes y memorables que había vivido junto a su amada. Nada más
representativo que aquél lugar para traer al pasado a su mente y llenarse de
esperanza y dibujar sonrisas en rostro al rememorar el rostro de ella y sus
besos cálidos y la sonrisa franca del verdadero de una mujer que lo amó desde
el primer momento. Casi como la mejor
fotografía de su vida, trajo a ese instante una dimensión que escondía bajo
cuatro llaves.
En ese lugar encontró
un sobre de color rojo que le llamó la atención, lo juntó y lo abrió. Enorme
fue su sorpresa cuando se encontró adentro la carta antigua que le había dejado
Marija aquella triste noche de despedida.
Casi cual extraña
piedra , la volvió leer, cómo se leen
esas cosas que aún nos dejan perplejos de agonía y de felicidad.. Lo más
extraño es que la hoja estaba intacta, parecía que jamás el tiempo la había
tocado. En la carta se podían leer las mismas palabras de aquella triste noche
y también, una rara invitación con fecha actual. Era una cita con Marija. En la
carta le pedía que la buscara en la Porta Marina, una puerta medieval ubicada
en la muralla este.
Esta era una invitación surrealista, casi mágica, casi
imposible, llena de esperanzas para alguien que había perdido toda clases de
esperanzas en el amor.
Allí fue Hrvoje como
quien encuentra el tesoro, silenciosamente la puerta transmutó a un portal
mágico.
Así fue como de ese
lugar salió Marija, estaba intacta, joven, bella como siempre, como si nunca le
hubieran pasado los años. Se fundieron en un abrazo, se cruzaron miradas esta
vez, con la ilusión de una vida juntos y recuperados del dolor, de haberse
separado alguna vez. Una vida nueva. Y a
pesar de creer que no eran los de antes, eran los mismos, el amor no los había
olvidado.
Caminaron hasta el Órgano de Mar, que son escalones a donde
llega el mar y se puede escuchar el sonido del mismo. Ese era un buen sitio
para sentarse y mojarse, llenarse de sol, y en ese sitio pudieron contarse sus
historias, volver a sellar sueños.
De pronto, Hrvoje se
encontró sentado en un círculo, iluminado, en el mismo lugar, con el sonido del
mar, Marija ya no estaba ahí, pero su perfume persistía aún, y una flor blanca
con el sobre rojo le recordaba su presencia, Marija había estado realmente
allí, se habían amado se fundieron en un abrazo eterno.
Él despertó o se lo imaginó, nunca se supo si realmente era
una historia de barcos y mares. Dicen que realmente Hrvoje cruzó el umbral de las dimensiones, de tanto
que deseó concretar ese amor que no fue y se perdió. El murió, dicen que
esbozando la sonrisa que hubiera tenido siempre si Marija no hubiera partido.
Los que saben, dicen que si vas a Zadar, a la Porta Marina,
el que realmente amó alguna vez, puede cruzar el umbral de la muralla y tener
la segunda oportunidad en el amor.
A esta historia la escuché y se que aún en las escaleras del
Órgano de Mar, se escucha una música especial que cuenta esta historia y florecen cada verano flores blancas y rojas,
como la bandera Croata, en honor a esta bella historia de amor que nació bajo
el cielo de Zadar. Sólo hay que creer en el amor para poder verlas…
Andrea Allassia- Marzo 2020.
Iglesia de San Donato- Zadar- Croacia.
Porta Marina- Zadar- Croacia.
Órgano de Mar- Escalinatas- Zadar- Croacia
Órgano de Mar- Zadar- Croacia.
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