Thursday 26 May 2016

III. Encuentro de la vocación - Stepinac


CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos HumanosM. Landercy

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CAPITULO III: ENCUENTRO DE LA VOCACION

El despertar de la vocación
Después de la guerra, cuando el joven Stepinac reveló su intención de no volver al Seminario, su Director estaba persuadido, dada la vida tan ejemplar del joven, que esto no era más que una tergiversación en la búsqueda más y más confirmada de su vocación sacerdotal.
Para ayudarlo de una forma indirecta a decidirse, Mons. Loncaric escribió en la revista "Sacerdos Christi" de marzo de 1924, un artículo referido al sacerdote Saint Klemens Hofbauer, quien respondió bastante tarde al llamado divino. La conclusión del artículo hacía discretamente alusión al caso del joven Stepanic, a quien encomendaba a las oraciones de los lectores.
Aloysius Stepinac recibió un fuerte choque psicológico cuando leyó esta revista, acompañada de una larga carta de cuatro páginas de su antiguo Director del Seminario de Zagreb, en la cual le revelaba que el joven a quien dedicaba la conclusión, era él, Aloysius Stepinac.
Durante las tres semanas que siguieron su alma entabló una lucha dura aunque en términos claros.
Luego, en el mes de julio de 1924, tomó la decisión, seguro de que esta vez sólo la vocación sacerdotal era la vía auténtica de su vida, el camino que lo colmaría de sentido y en el que finalmente alcanzaría su realización. Stepinac dudaba un poco entre dos seminarios, el de Innsbruck, ya que conocía bien el alemán, y el Germanicum de Roma. Temía ir a Roma donde los cursos eran en latín.
Después de una interrupción de ocho años en sus estudios, temía tener dificultades en esta lengua. Se impuso, entonces, una prueba de latín. El resultado le confirmó que sus conocimientos de latín aún eran buenos, gracias a la sólida base que daban a los estudiantes en Zagreb. Efectivamente el nivel de los estudios en Zagreb rivalizaba con el de las escuelas más importantes de Occidente, y el renombre de su Universidad no era inferior a la de las Universidades de las grandes capitales de Europa.
El Rector del Germanicun recibió al futuro seminarista sin ninguna duda. En cierta forma ya lo conocía: las cartas que Aloysius había escrito desde el campo de batalla a su pariente Mons. Matija Stepinac, habían sido publicadas por este último en la revista del Seminario de Innsbruck.
Seminarista en el Germanicun de Roma
Bajo el pontificado de Pío XI, Stepinac pasó siete años en Roma. Los jóvenes seminaristas del Germanicun eran llamados "Frati rossi" a causa de sus sotanas rojas.
Aloysius es inmediatamente muy estimado por sus compañeros: tiene ocho años más que ellos, un grado militar, experiencia de vida y amplia cultura. Al principio, la disciplina exigida le pareció rigurosa puesto que hacía varios años que había interrumpido sus estudios. Dos de sus compañeros, que habían entrado el mismo año, debieron abandonar, pero "Step" (como lo llamaban afectuosamente sus compañeros) perseveró y logró superar todas las dificultades. Con gran asombro de todos, se le exigían los servicios más humildes: Aloysius aceptaba todo. Era tan responsable que, durante el último año, ya sacerdote, todavía pedía permisos.
Años después, Aloysius contaba cuán penosa le había resultado esta vida al principio y con cuánta devoción dirigía sus plegarias a la Virgen María. Luego, sus dudas desaparecieron, y el sentimiento de estar en la senda correcta lo embargó: una paz interior lo invadió. Tomó entonces una decisión: "Mejor morir que abandonar Roma antes de terminar mis estudios".
Asceta severo, era muy estimado por sus colegas. Su madurez, su seriedad, su fraternidad seducía a todos. Ya se lo consideraba por estas cualidades y otras múltiples como un santo. Sus superiores le confiaban responsabilidades frente a sus compañeros.
Continuaba orando con fervor en las iglesias. Un día, una religiosa del Instituto Croata de San Jerónimo viéndolo así pensó: ¡Qué feliz será el pueblo del cual sea sacerdote! El Director Espiritual del Germánico refiriéndose a Aloysius dijo: "¡Es un hombre íntegro! ¡Sabe lo que quiere!" Los primeros días, Aloysius Stepinac se mantenía alejado de los otros seminaristas. No era fácil proceder de otra manera... ¡Tenía ocho años más! El director quien percibió esta situación, intentó distraerlo, le propuso jugar al handball. Aloysius no sabía jugar. ¡Si hubiera sido fútbol, hubiera estado a gusto!
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