Sunday, 20 November 2011

José León Pagano - La personalidad de Ivan Mestrovic

La personalidad de Ivan Mestrovic


José León Pagano, Buenos Aires

Studia Croatica, Volúmen 9, 1962

Va para tres cuartos de siglo, una pareja de campesinos cruzaba el campo bravío de Croacia. Avanzaban penosamente, rodeados de silencio. Se dirigían a la aldea más próxima. La ruta era pesada y angustiosa. Por momentos claudicaban por igual, el mozallón fuerte y la mujer casi desfallecida, a quien agobiaban los signos de una maternidad inminente. Y llegaron así a una choza misérrima, donde se hacía imposible la hospitalidad. Todo era allí reducido y pobre. Pobre como la pobreza misma. Acaso quede un rincón, pero nada más que un rincón en el establo. Allí se refugian los campesinos extenuados; y allí en ese establo, como el Blanco Doctor de la Dulzura en Belén, y como el Seráfico en Asís, emitió los primeros vagidos el animador plástico de Croacia. ¿Lo recordáis? No hace mucho solicité la atención de quien me leía. Y dije entonces: Oíd y os parecerá escuchar una leyenda remota. Sin embargo, nada es irreal en ninguna de sus partes. Pensad en una choza de pastores asentada en la montaña. Hay en ella un niño. Este cuida del rebaño. Tiene un maestro. Es un ciego que entona cantos populares y se acompaña al tañido de la "guzla" unicorde. Es un aedo sureslavo ¿Os imagináis a un rapsoda con la divina ceguera trocada en melodía? El ritmo del ciego errante evoca la gesta de un pueblo detenido en su curso vital y sometido al cautiverio cuyas etapas se miden por centurias. El pastor niño escucha. Un silencio místico le sobrecoge, y llénale de angustia. El romance tiene la quejumbre del "miriólogo" helénico, pero no gime en sus notas el quebranto de un ser personal y único: Ilora la expresión de un pueblo y la libertad de una raza. El pastor niño escucha, pálido, como si cayeran sobre su espíritu todas las visiones de ese trasmundo evocado por el ciego melódico. Se dijera que el alma del romance penetrara el alma del pastor niño y su ritmo le envolviese en una atmósfera de prodigios. Ya está como dentro de una ronda que no le dejará mientras viva. Irá donde él vaya. Estará en cuánto haga y piense. Acaso encarne en él el espíritu augusto de la epopeya anónima.

Un día el pastor niño ve al padre dedicado a tallar toscos utensilios domésticos, y acude a la empresa, y talla a su vez el leño que se muestra dúctil. Algo acaba de revelarse en el asombro de su niñez. El instinto le hace descubrir en la arcilla una materia apta para trasmutarse en formas reveladoras. Una luz interior le rige.

¿Cómo llegó a conocerse su vocación? El episodio tiene la trascendencia de un descubrimiento. El niño que apacienta rebaños ve un día en la tienda del villorrio una breve exposición de calzado. El no los gastó nunca tan ricos. Cobra ánimo, penetra en la tienda y propone un trueque. A cambio de un par de zapatos ofrece una estatuilla tallada por él. Será una figura viril y sostendrá en sus manos unos zapatos como los que anhela poseer. Cuando el trueque se efectúa el modesto mercader rural exhibe la talla convertida así en un medio de propaganda para su comercio. Allí la descubre un oficial del ejército austriaco, el mayor König, hombre de espíritu alerta y aguda visión anticipadora. Inquiere, busca al niño pastor y le lleva a la metrópoli. Pero recibe un golpe inesperado al ponerle en contacto con la Academia en la persona de un profesor renombrado. Era este el homónimo de König. Cuando el escultor académico vio al niño, en cuyos ojos se reflejaba el tumulto de su alma azorada, sentenció desdeñosamente: "No tiene ojos de escultor. De este monigote no sacaremos un artista." Tras esto se hace forzosa una pausa.

Artículo completo en: http://www.studiacroatica.org/revistas/009/00903.htm

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